Vaya mierda de...
Todos lo hemos dicho o escuchado alguna vez: vaya mierda de vida, de mundo, de tío, de partido, de…
Pero seamos justos y correctos.
• “La vida” no es una mierda. ES. No se le pueden atribuir cualidades y características derivadas de juicios o valoraciones, porque es un absoluto. Además es demasiado extensa como para categorizarla. Todos los seres vivos tienen vida. Así que juzgarla por la experiencia de los eventos ocurridos y circunstancias que rodean la vida de uno, de sus allegados, o incluso las que ve en TV o sigue por la red no tiene sentido alguno ni validez estadística. Así que como mucho se puede sustituir por “mi vida” o “la vida de los refugiados de guerra” es una mierda. Y aun así, se estaría haciendo una generalización muy burda (¿acaso no huelen bien las flores para ti?, ¿acaso no salta juguetón ese cachorrito a tu lado?).
• “El mundo”, al igual que “la vida”, no puede ser una mierda en general. Es más, con esa expresión en realidad nos solemos referir a “la sociedad” o “la cultura”. Y esto tiene una implicación importante: si formamos parte de la sociedad, si generamos parte de esa cultura que acabamos de insultar, tendremos que asumir que algo, en parte, de esa “mierda” la hemos “cagado” nosotros. Pero es mucho más fácil mirar hacia otro lado, ver la paja en el ojo ajeno, buscar excusas.
• “Ese tio” muchas veces tampoco es un mierda. Por lo general lo decimos de algo que ha hecho, o nos ha hecho. Por mi experiencia personal tengo aversión a los extraños, con lo que me es particularmente difícil escribir esto con coherencia. Pero he de reconocer que no suele haber personas “mierda” en su integridad (al igual que encontrar personas “maravillosas” en su integridad es como buscar una aguja en un inmenso pajar). Son sus hechos, generalmente puntuales, los que nos parecen deleznables, censurables, o de algún modo desagradables. Y a ellos nos tendríamos que referir, y ellos son los que deberíamos analizar y en todo caso juzgar.
• “El partido” tampoco es una mierda. La clave en este caso son las expectativas. Uno va al estadio pensando que va a ocurrir tal o cual cosa. Pero luego, por estrategias, por el desarrollo del juego, o porque el balón no bota bien, no fluye el ritmo como a uno le gustaría. Pues eso es no entender el juego y su naturaleza. Eso es buscar un espectáculo donde no hubo (y quizá nunca debiera haber) espectáculo.
Ahora que cada cual haga su lectura. Pero cuidado con el lenguaje, que nos condiciona hasta el punto de modificar nuestras preferencias, según este estudio (gracias Ana).