Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo.

La liberación del constructo en que nos convertimos (por lo general de modo bastante inconsciente), para regresar a la esencia, está en la base, en el inicio de aprendizaje, de toda espiritualidad, ya sea Zen, Hinduismo, Budismo… o Cristianismo.

En el absoluto está el inicio. No el absoluto todopoderoso de Hegel, esa trampa en la que nos sumergimos por ser la más atractiva, fácil, cómoda, y aparentemente segura, la taza llena; sino el absoluto de Schelling, la nada, el abismo, atemporal, donde todo se puede (o no) construir, es la taza vacía.