Es bien sabido nuestro condicionamiento hacia las formas “redonditas”. Nos parece “mono”, “adorable”, y nos impulsa a protegerlo y cuidarlo.

Esto es porque los bebés nacen sin la capacidad de regular su temperatura corporal, con lo que los primeros meses necesitan de una capa extra de grasa, que les da ese aspecto “blandito” y “redondito”. A su vez, los adultos (y no sólo los padres) estamos condicionados a reaccionar con ternura e instinto de protección hacia ese ser indefenso, para así garantizar una mayor tasa de supervivencia de la especie.

El problema es que nadie me ha preguntado si quiero ese firmware. Viene inscrito en nuestros genes, nuestro cerebro “no tiene opción”, y si luchamos contra ello somos unos perversos “estropeados”. ¿No te lo crees? pues dime si este icono reconocido internacionalmente como “peligro”, “muerte”, etc, no te parece más “adorable” por el hecho de que es “redondito”.

¿Será inútil la lucha por la verdadera libertad?

No lo creo. Pero está claro que hace falta consciencia (no conciencia), mucha información, pensar… para ir en pos de la libertad.