Nos estamos matando. No nos gusta hablar de eso. La muerte, en sí, es tabú, da miedo, y la evitamos hasta simbólica y metafóricamente.

Pero no sólo es llamativo el suicidio indirecto (malos hábitos de consumo, de salud, ceguera medioambiental…). También directamente. Suicidio.

Si todos los instintos de nuestro sistema mental están organizados al rededor de la supervivencia, tanto personal (huir del peligro, alimentarnos, etc) como genética (descendencia, por ello la procreación), ¿cómo puede ser que lleguemos a quitarnos nuestra propia vida?

Las diferencias entre hombres y mujeres, y entre países, indican un considerable factor cultural: el suicidio NO es natural. Es más, es algo totalmente artificial, mental, cognitivo (dentro de una deficiencia o mal funcionamiento).

Según la OMS, cada 40 segundos alguien se quita la vida en el mundo (seguro que es más, porque muchos suicidios se ocultan por vergüenza de la familia, y otros se confunden con accidentes o asesinatos). Muere el DOBLE de gente por suicidio que por todos los conflictos armados del mundo JUNTOS. Casi la misma gente muere por accidente de tráfico que por suicidio. El triple que por arma de fuego (en EEUU) y diez veces más que por incendio. Sin embargo, llenamos los noticieros de imágenes de la guerra, y las carreteras de señales y radares. Hay grandes campañas para acabar con las armas de fuego, y hay bomberos hasta en los países más subdesarrollados. Pero para entender y prevenir el suicidio… un par de líneas telefónicas y unos trabajadores de servicios sociales y psiquiatras que deben pasarlo muy mal cada día enfrentándose a ese horror que es que alguien no encuentre motivos para seguir viviendo.

Hasta se ha llegado a hablar más del suicidio virtual.

Quizá el humor pueda ayudar. Aunque sea humor de suicidio (y no, no es una falta de respeto para el que piensa en suicidarse, porque al fin de al cabo, a él/ella no le importa).