Constantemente reniego del tecnocentrismo y reclamo más introspección, más atención al indivíduo, y una sociedad más equilibrada.

Pero eso no significa que la tecnología no nos pueda ayudar. Hay pequeños avances ocurriendo ya, que podrían cambiar el mundo:

  • Células solares flexibles y con una eficiencia superior al 40% producidas en serie (Boeing)
  • Purificadores de agua basados en plantas (como los de mis amigos de Aquaphytex)
  • Cemento biodegradable de geopolímeros
  • Tecnología “lab-on-a-chip” de microfluídos producida en serie con medios caseros (como describía Guillaume Colas, y demuestra la SEAS de Harvard)
  • Bacterias artificiales
  • Teléfonos solares (Umeox), coches eólicos…

¿Por qué los gobiernos no se unen internacionalmente y apoyan más estos radicales avances, dejando de lado favoritismos, aranceles, subvenciones, y demás auto-proteccionismos endémicos? Muy sencillo: a nadie le interesa el bien de la humanidad, excepto a alguna ONG, NU, y empresas que ven negocio en ello. Ni siquiera a nosotros mismos, y menos a los parásitos (y no me refiero a los maravillosos parásitos de Michael Rakowitz) intermediarios que tenemos de “representación” (más bien marionetas).