Humano, parece ser, implica “razón”.

Razón, parece ser, implica “discurrir”, “discurrir el entendimiento”, o  “causa-efecto”.

Pero hoy, Hoy, no sabemos discurrir. Ni siquiera podemos inventar, o fluir. Porque corremos en círculo, que es una forma de no correr. Porque estamos atrapados por la jaula que dejamos que la ilusión del otro produzca en nuestra mente. Y el inventar no es tal, sino mirar abriéndose, y no hacemos ni una cosa ni otra. Y cuando hacemos una de las dos (pero no juntas) nos causa daño.

Así que si no sabemos discurrir, ¿cómo va a discurrir el entendimiento? Sobretodo si no tenemos entendimiento. Y eso se demuestra al asociar “razón” con una de las trampas más sibilinas que nos hemos construido para dar “sentido” a nuestra divagante “existencia”: la dualidad “causa-efecto”. La dualidad, en definitiva.

¿Jean Améry o Primo Levi? Realmente no entendemos nada, pero sufrimos intentándolo.