Me encanta cuando las supuestas verdades se hacen añicos, cuando los totems y tabús saltan por los aires dejándonos las puertas abiertas de la incógnita, como cuando se afirma que la Iglesia Católica no es Cristiana (y sólo hace falta contemplar el hecho de que poseen el doble de dinero necesario para acabar con la pobreza en el mundo, para convencerse… ¡como si no hubiese otros argumentos!).

Pero en este caso, aquí va un ejemplo mucho más potente: la inmortalidad existe. Y no me refiero al ámbito místico, energético, o espiritual. Me refiero al ámbito biológico. Se llama Turritopsis nutricula.

¿Hora de replantearse “verdades incuestionables”?