Intención es la determinación (distinguir, resolución) de la voluntad (elección, apego o rechazo) en orden a un fin (finalidad, objetivo).

Actitud es la manifestación (mostrar) de la disposición (orden) de ánimo (alma o espíritu como principio de la actividad humana, pero también intención, voluntad, atención, o pensamiento).

[Nota.- No confundir con aptitud (capacidad para operar competentemente en determinada actividad), aunque una sin la otra puede resultar igual de desastrosa, pues puede generar dolo, perjuicio, culpa, responsabilidad, castigo, compensación… pero todo esto en un siguiente post.]

Por lo tanto, se podría decir que la actitud lleva a una intención, que junto con una aptitud, producen una acción, cuyas consecuencias… (de eso ya escribiré más adelante). Esa “disposición de ánimo” de la actitud proviene de un serie de interacciones y estructuras: desde neurológicas a químicas, pasando por psicoanalíticas, psicológicas, filosóficas, hormonales, circunstanciales, genéticas…

Pero no por complejo, ese sistema por serlo es determinista. Al contrario. La ausencia de un “libre albedrío” comprendido como “ausencia de sistema causal” no es óbice para que sea un rango de posibilidades, y por tanto probabilidades, lo que, al extenderse ante nosotros, nos permite definirnos, trazando un mapa, un camino, recorrido, que no necesita ser “ilimitado” para ser “libre”.

No importa lo que hagas, sino que lo hagas.