El viernes día 8, en el marco de un curso sobre _Planificación y Desarrollo de Exposiciones _en Madrid, participé en un breve debate sobre “el mundo del arte” del que no me he repuesto.

Javier Rubio (crítico de arte del suplemento ABC Cultural) expuso y defendió la Teoría Institucional del Arte, revisada en El Círculo del Arte, de George Dickie (este artículo de The Economist resume muy bien ese “circuito”). Y no es una cuestión ideológica, pues lo mismo expuso Martí Perán en El País hace varios años.

No es que me guste para nada la restrictiva Ontología de A.C. Danto (de quien Dickie era discípulo), pero las ideas de Hume (Norma del Gusto, 1757), reformuladas por Dickie (desde su Defining Art de 1969), no pueden resultar menos que repulsivas.

Porque si aceptamos que arte es aquello que un “experto” prescribe (inacabable debate el del declive del papel legitimador de las instituciones -museo, galería, crítico, curador/comisario, casas de subastas, asesores…-), aceptamos un mundo dominado por visiones hegemónicas, impositivas, de discurso dominador, especulador, manipulador, y me atrevería a calificarlo hasta de fascista (elegantemente vestido de neocon, eso sí). Es la sumisión al statu-quo, al poder, al Otro, es la tragedia griega prostituída por los miserables gerifaltes de  instituciones que se legitiman a sí mismas con un discurso circular.

No es que Danto, Wolheim, o Goodman ofrezcan algo mucho mejor. Sigue siendo un discurso restrictivo. Pero por lo menos está abierto al endogámico mundo de la intelligentsia.

Por otro lado, esto no tiene que ser óbice para dar paso a un “todo vale” o “en realidad nada es arte”, defendidos con igual pasión tanto por idealistas espirituales romanticones como por ignorantes recalcitrantes.

En el fondo nadie quiere defender esta visión mercantilista a ultranza, esta deshumanización de uno de los últimos reductos que le queda al Ser Humano. Tras un poco de debate, tras ensimismarnos con el coraje de los impresionistas, con la visión de los poetas, con la mirada de Rancière… el Sr. Rubio reconoció lo que es obvio: que las Teorías Institucionales están hechas para describir una triste realidad que poco tiene de Real.

Al igual que los sesudos comentarios sobre la evolución de un índice bursátil no explica para nada los movimientos especulativos de ese corrillo de apuestas glorificado que son las inversiones financieras, una Teoría Institucional del Arte no tiene nada que ver con el Arte. Explicará relaciones, dependencias, estructuras, manipulaciones, especulaciones… pero no dejará de ser un juego de sombras con el que los prisioneros (nunca mejor dicho) de la caverna se sentirán más tranquilos al asociarlo a la Realidad.

¿Por ello hemos de caer en el Cartesiano debate polarizado, rindiéndonos a la fatalidad de que no es posible explicar o definir el Arte? ¡Para nada! Sigamos debatiendo, pensando, analizando… sintiendo.