El estadio del espejo (desde los experimentos de Henri Wallon hasta la interpretación de los mismos por Jacques Lacan, influenciado por Kojève y Hegel) hace referencia a la segunda tópica, modelo de la división de la psique, formulado por Sigmund Freud, en la que los niños (entre 6 y 18 meses de edad) conforman su “yo” al enfrentarse a un “espejo”.

Pero esa imago de Jung quizá sea dependiente del “espejo”, pues la identificación con la imagen del semejante (en su forma total) es lo que permite esa unificación imaginaria, esa pertenencia al inconsciente colectivo.

Al inicio, como suele ocurrir, las redes sociales eran toscas, burdas, básicas. Pero las restricciones (básicamente técnicas) iniciales se fueron superando, y hoy en día las redes sociales abarcan muchos más aspectos, desde imágenes hasta vídeos, sonido, texto, relaciones sociales, actividades, preferencias, recuerdos, deseos… con lo que la “imagen” en el “espejo” es mucho más amplia, tanto como parecer a las mentes menos críticas “completa”.

Si asumimos al resto de participantes de esas redes sociales como “el semejante”, y las redes como “espejo”, tenemos que el estadio del espejo puede darse en una segunda instancia de la segunda tópica, a la luz de un nuevo y potente mecanismo especular, aparente pero engañosamente mucho más validador.

Al igual que la memoria no funciona igual en la era de los buscadores en red, sostengo (y seguro que no soy el primero en hacerlo) que la identidad no funciona igual en la era de las redes sociales.