Tras estrenar el AVE Valencia-Madrid, y el servicio de buses lanzadera desde Atocha hasta Barajas (con un cartel de WiFi gratis, pero que no funcionaba, y llenísimo de catoliquitos, “borregos de Dios” que vienen a Madrid a ver al representante del mismísimo, al pastor), comienzo mi viaje con una agradable sorpresa: LAN me regala un upgrade a primera. No sé si por ser viajero frecuente de OneWorld, o por tener “aspecto de primera” (digo yo que nadie debe sospechar que uno se ha “colado” en primera, o se podrían enfadar tanto unos como otros). El caso es que viajo bien ancho, cómodo, aunque con la comida igual de mediocre, me temo.

Sin embargo, no deja de sorprenderme cómo esa situación me resulta sospechosamente similar a una metáfora de mi vida de hace unos años: supuestamente privilegiado, con acceso material a algo que muchos ni han conocido ni conocerán, en el lugar en el que la sociedad intenta inculcarnos que es donde deberíamos desear estar… y sin embargo con la sensación, más bien certeza, de que no me corresponde, no debería estar ahí. Cuando lo pienso, ni siquiera quiero estar ahí. Pero el avión está en vuelo, y sólo puedo que esperar a que aterrice, a tener una oportunidad de bajar de allí, mientras me recuerdo una y otra vez: no caigas en el espejismo de creer que esto es bueno, por el mero hecho de que podría ser peor.

Como no me quiero dormir (llego por la noche, con lo que si duermo en el avión la hemos liado) leo revistas, periódicos, medio libro, y veo las únicas tres películas “pasables” (increíble: más de 30 películas y no tienen ninguna buena): Truman Capote, Cinema Verite, y The International: dinero en la sombra.

El avión llega a su hora, inmigración es rápido y eficiente, pero mi maleta tarda una barbaridad en salir. Por fin abandono el aeropuerto acompañado por el ejecutivo de IBM que ha venido a recogerme y acompañarme al hotel. Guayaquil parece tranquilo, es de noche, hace calor (aunque para ellos es la “época de frío”) y humedad.

Primera gran sorpresa del viaje: desde el coche veo cómo llega la policía y acordona la zona cerca de TC Televisión, a dos manzanas del aeropuerto, y muy cerca de mi hotel, porque acaban de asesinar a un hombre de tres disparos en plena calle. Yace en el suelo, la sangre formando un enorme charco que muy ordenadamente se dirige hacia el desagüe de la acera. Cabeza reventada, sangre saliendo por el costado izquierdo. Qué poco me gusta ver cadáveres y sangre.

Empezamos bien. Si mi amigo Juan estuviese aquí, viese eso, y luego al guardia de seguridad del parking del hotel con una recortada semiautomática changón, da media vuelta y regresa al aeropuerto 😀

Llego al hotel cansadísimo, y mientras me ducho dejo el ordenador descargando el correo. Al salir de la ducha, me pongo a comprobarlo… pero estoy tan cansado que me duermo. A mitad noche, me arrastro a la cama. Pero para mi sorpresa, por la mañana veo montones de pantallas abiertas en mi ordenador. Rápidamente tiro del cable, y alucino al ver que han accedido a mi máquina. WTF?

Como llego tarde (he de coger un vuelo a Bogotá), ya lo investigaré (guardo logs y determinadas cosas para ayudarme), y salgo pitando hacia el aeropuerto sin desayunar.