Guayaquil día 4.-

Termino el trabajo con tiempo suficiente como para cambiar mi billete y regresar un día antes a casa. Pero por desgracia las líneas aéreas no me lo ponen fácil, y tras peregrinar de una oficina de Iberia cerrada a una de LAN en el aeropuerto poco colaborativa (y que a la postre no tenía plazas en el vuelo), termino teniendo que aceptar que pasaré un día más en Guayaquil. Así que me voy de paseo.

Mi primera parada es el parque Simón Bolívar (conocido como el parque del Seminario, o parque de las iguanas). [Nota: las fotos las pongo pequeñas porque como hay muchas, ralentizaría la carga de la página si no lo hago. Pero están más grandes aquí].

Aunque hay algunas tortugas,

Las iguanas están por absolutamente todas partes

Y no se vaya a creer usted que se asustan, no

más bien todo lo contrario. Eso sí, las palomas parece que confabulan para no dejarse amedrentar (se nota que son más duras de lo que aparentan… ¡el espíritu luchador de Dovey!)

aunque cuidado con esas iguanas, ¡que trepan a la copa de los árboles como si nada!

Al salir, pasando por el Palacio Municipal

veo en el suelo algo que me hace pensar: ¿soy yo, que enamorado de mi gatita, veo un corazón en esa mancha, la conformo como realidad al tener la actitud de enamorado, o ciertamente tiene esa forma? En cualquier caso, es bello que la sutileza y el amor le acompañen a uno allá donde vaya, más allá de los grandes gestos y la omnipresente palabra.

Una vez dejado atrás Gobernación del Guayas (con sus alegóricos escombros cual obra de arte contemporáneo -Žižek estaría de acuerdo- apilados en el patio y las barreras de los “mandamases” observando, arrinconadas contra la pared)

y vistado el Museo de Arqueología, Arte Colonial y Moderno Nahím Isaías, Guayaquil (Ecuador), donde encuentro un par de joyas, como la figura en madera policromada de San Santiago (sin mano y con calavera, que es lo que me interesa, no su valor “físico artístico artesano”)

y el impresionante Registro del juicio que interpuso la esclava María Chiquinquirá Díaz, reclamando su libertad, en el siglo XVIII

me doy cuenta de que estos pueblos que tan cruel e inhumanamente masacramos y expoliamos, no han encontrado todavía su identidad, pues culturalmente aun no ha salido del colonialismo (siguen sin saber quiénes son, con un museo que para nada reivindica justicia histórica o social), y eso se nota en la permeabilidad que los norteamericanos, con sus marcas, consumo y way of life, han encontrado en unos lares que no podrían ser más distantes culturalmente.

Inmerso en mis elucubraciones, llego al Malecón 2000, justo frente a un impresionante velero que no me impresiona porque lo que de verdad es espectacular es el río ¿ríete del Ebro, y por supuesto del Turia!

Tras un paseo, subo por Bulevar Nueve de Octubre, y como Bolo con queso, huevo, y jugo de caña en un antro de la Av. 4NE

¡cuánto tiempo hacía que no probaba el delicioso jugo de caña recién exprimido!

Un par de cuadras más arriba, me detengo frente a una de las entradas al Parque de la Plaza del Centenario. La escultura de la derecha, del escultor catalán Juan Rovira, “El Dominio”, simboliza (según una placa en el pedestal) “el espíritu humano vigilando las pasiones que vienen del exterior, y que se impregnan en el alma, o conjunto emotivo, representado por el caballo”. Con ese pensamiento deambulo un rato por el parque, y luego cojo un taxi que me lleva de regreso al hotel.

Salgo a cenar en Don Camarón deliciosa ensalada de pangora (tenía que haberle sacado una foto, a lo Álvaro), y me voy a dormir. Mañana, por fin, regreso.

Guayaquil día 5.-

Curiosamente no he dormido todo lo que creía, así qua a las 5 de la madrugada me he puesto a escribir este post. Hago una pausa para bajar a desayunar (papaya y piña naturales mil veces mejor de lo que nos llega a España, y jugo de naranjilla que no tiene nada que ver con la naranja) y luego subo, preparo las maletas y salgo pitando hacia el aeropuerto, como si fuese a perder el vuelo (aunque me quedan 5 horas, y estoy a 5 minutos del aeropuerto).

Si ocurre alguna anécdota digna de contar, escribo otro post desde Madrid, al llegar (ya que será el día siguiente). De lo contrario, eso ha sido el viaje. Uno más (así, entre otras formas, me llamaban en el instituto, una larga historia).