Durante muchos años, el gobierno norteamericano ha ordenado el asesinato de ciudadanos de otros países, en territorio extranjero (cuando no han podido conseguir una extradición, o no ha convenido un proceso judicial), en “defensa de sus interesses” (lo cual no es de extrañar, cuando inician guerras por ese motivo, e incluso planearon invadir a un aliado como Inglaterra para que no se convierta en una potencia competidora), y ejecutado generalmente por la CIA. Pero sus propios ciudadanos no han gozado de ese tratamiento. A ellos les tocaba pasar por la burocracia del proceso judicial, recibir condenas a muerte, esperar muchos años, apelaciones, y ser ejecutados (incluso con 14 años de edad, e inocencia más que demostrada).

Por fin esto ha cambiado.

En un memorandum interno secreto, el Departamento de Justicia de los EEUU aprobó el asesinato de Anwar al-Awlaki, un ciudadano norteamericano, que se encontraba en Yemen, por bocazas. Básicamente se le acusa de hablar ante las cámaras defendiendo los atentados de alQuaeda. Pero no hay acusación oficial, no hay pruebas, testigos, juicio, sentencia… nada. Simplemente la orden del Presidente Obama y la aprobación del DoJ. Y esto no ha hecho nada más que empezar, pues ya hay una lista de más ciudadanos americanos a los que les espera una ejecución sin juicio ni sentencia.

Si bien desaparece la necesidad de proceso judicial (el DoJ dice que “en la guerra, ese es el proceso judicial”, aunque se olvida de lo que es una corte marcial, y no tiene en cuenta que al actuar con “terrorismo de estado”, legitima el terrorismo, y por lo tanto no le puede declarar la guerra), el gobierno de EEUU muestra un nuevo tipo de ecuanimidad y justicia: lo mismo para todos, aunque sea injusto.