He contribuído un ensayo al libro (PDF disponible gratuitamente online y para compra en papel en breve -adjuntas algunas imágenes de muestra-) de una exposición que estoy organizando. “Mirada, Reflexión, Fusión” es resultado de tres años de trabajo altamente poético pero cargado políticamente de una de las más interesantes nuevas fotógrafas en la escena del arte de Nueva York: NÉBULA.

De Tokio a San Francisco, Madrid a Seoul, la fotógrafa española Nébula ha viajado a diez ciudades en cuatro países para encontrar inspiración e imágenes adecuadas (a veces un fugaz reflejo de las mismas) y dar así forma a lo que ella siente sobre el arte, la identidad, el apropriacionismo, feminismo, y psicoanálisis.

En la tradición de la sensibilidad especial de Francesca Goodman y la habilidad para la transformación y re-interpretación de Cindy Sherman, Nébula, como una moderna Alicia en el País de las Maravillas, nos lleva en viaje descriptivo que ocurre principalmente dentro de nosotros en “Mirada, Reflexión, Fusión”, donde establece una visión entrelazada en tres niveles de la identidad, que en definitiva resulta ser de la realidad misma. 

Pero al contrario de la aparente indiferencia de Sherman a la teoría – lo cual, como Laura Mulvey señaló, no evita que su arte tenga un gran significado teórico – el trabajo de Nébula está firmemente enraizado en una base teórica y filosófica.

Mirada” nace del obsesivo tema de la mirada en la pintura a partir del siglo XVII, que va de la representación a introducir al espectador en la imagen, el nuevo paradigma que introdujo Manet en El Ferrocarril. Pero la mirada de Nébula va más allá, explorando el concepto de mirada de Sartre como el campo de batalla en el que el yo se define y redefine a sí mismo, una relación, con su derivada pérdida de autonomía, no algo que puede ejercer. La mirada es parte de un deseo de completarse uno mismo a través del otro. Interesantemente, aquí, como ocurre tan a menudo en el arte, tenemos a Nébula, una mujer, reflexionando sobre la ineludibilidad de la mirada masculina e incluso escopofilia, como Mulvey lo hubiese descrito. Pero lo lleva mucho más allá, como veremos más adelante, sin la necesidad de la dialéctica polarizada de Bracha Ettinger.

Al igual que en “Una Mirada oblicua” de Robert Doisneau, la mirada es mostrada, al principio, para ser denunciada. Pero esa misma denuncia sirve también como un primer paso. Incluso dentro de la aparentemente simple mirada, Nébula nos hace considerar la mirada del espectador, la mirada intra y extra-diegética, y la mirada de la cámara. Por supuesto, todo esto es publicado con otra: la mirada editorial. Es el Blick aus den Bilde de Alfred Neumeier, o la mirada dentro de la imagen.

Reflexión” nos lleva en un tour de force a través de la epistemología, asimilando y sacudiendo siglos de debates y preconcepciones, y nos dispara directamente hacia lo que parece una paradoja. Las imágenes de Nébula transmiten visiones tanto endógenas como exógenas, lo que puede parecer llevarnos a una visión constructivista del conocimiento. Pero no es así. Considerando el “estadio del espejo” de Jacques Lacan como dialéctica, el aparente monólogo del reflejo sin fin se convierte en un mero pasatiempo, incluso una trampa para el observador incauto que no consiga superar este simbólico fort-da Freudiano.

En esta dialéctica del sujeto en términos de “ausencia” no debemos encontrar la falta de adecuación en comparación con el yo ideal, todo lo contrario, “ausencia” puede leerse como una oportunidad de regresar a una forma más lúdica de conseguir la plenitud, como nos propone Norman O. Brown siguiendo el postulado de Nietzsche, personificando el koan Zen del vacío de la taza de té en el infantilismo del paiz paizon. Así, es con la inclusión de “Fusión” que entendemos que se trata de una indagación en el Zen. Cuando la mirada es reflejada, aparece la fusión, aconteciendo un País de las Maravillas en el que el sujeto sujetando la cámara es visto en el objeto o escena, capturando el encuentro mágico que lleva a la comprensión de que el ideal, lo sublime y sublimado, forman todos parte de un solo Aquí y Ahora.

Pero aunque la mirada parece que nos lleva a lo singular – que es “una perfección que siempre está en progreso, pero que no admite progresión de una entelequia a otra” como dice Christopher Kul-Want – en la reflexión, es reflexionando sobre el reflejo que alcanzamos la liberadora y unificadora comunión de la fusión.

Tan complejo como este análisis puede ya perecer, cuando esas tres capas se combinan en una visión más amplia, un mensaje y contexto mucho más complejo, y por lo tanto rico, aparece haciendo un llamamiento directo a la filosofía metafísica y llevándonos a cuestionarnos la misma base de nuestro conocimiento y creencias. Eso es precisamente por lo que Nébula ha decidido no publicar esta magnífica colección hasta que ha considerado que tenía todos los elementos del discurso con el que nos quería retar. Es precisamente por esto que ha invertido cuatro años y decenas de miles de kilómetros viajando a Seúl, Tokio, San Francisco, Chicago, Nueva York, y Madrid. Porque quería intentar capturar este complejo juego de imágenes, o imagen compleja, que es “Mirada, Reflexión, Fusión”. Y quería hacerlo tan directamente como fuese posible: sin trípodes, sin flashes, sin lentes avanzadas, son filtros, y por supuesto sin alteración o modificación digital de ningún tipo, excepto el ocasional recorte.

Adicionalmente, la colección completa “Mirada, Reflexión, Fusión” de Nébula trata directamente de algunos temas agudos que han sido el centro de debates artísticos, y por lo tanto sociales y políticos, durante más de dos siglos, como identidad, sujeto, representación, feminismo, apropiacionismo, e incluso la misma Teoría Institucional del Arte. Es la encarnación de lo que significó el cambio de paradigma propuesto por la primera Crítica de Kant, pasando el énfasis de la concepción metafísica y cartesiana de “verdad” a focalizarse en la experiencia y la inestabilidad del sujeto.

Identidad, sujeto, y representación, están unidos en el trabajo de Nébula, que nos ofrece un escape de la lingüística de Ferdinand de Saussure donde el significante es arbitrario y no tiene relación con un referente real. En ese ámbito, la “ausencia” de Lacán se convierte en “angustia” al darnos cuenta de la cadena ad infinitum de significantes que Barthes reconoció como límite de las ideas estructuralistas que parecían implicar que la representación siempre es deficiente en relación a cualquier significado final.

¿Cómo nos libera el trabajo de Nébula de dicha angustia? Desvelando gentilmente lo efímero y transitorio de un reflejo fugaz, recordándonos que estamos todos en ese momento, cualquier momento, todo el tiempo, en cualquier sitio, en todas partes. Filosofía clásica oriental que Alain Badiou condensó perfectamente en “No es ‘ser o no ser’ sino ‘ser y no ser’ ”. Es la idea de Hegel del “fin del arte” interpretado por Julia Kristeva: “el fin del deseo de representar el objeto (ausente).”

El desvelado de Nébula es tanto como el alétheia de Heidegger – desocultamiento – por el que el Dasein – estar-ahí – ocurre. Es el Évenément de Jean-François Lyotard o conocimiento basado en experiencia en vez de un objeto cuantificable.

Hasta el observador ocasional en las fotografías de Nébula, no completamente ajeno a que está siendo fotografiado, pero absorbido en la admiración de otras obras, nos retrotrae al análisis de los “modelos” en los primeros daguerrotipos por parte de Walter Benjamin: su apertura a la representación revela que su sentido de sí mismos está también abierto y es independiente de las estructuras impuestas a la sociedad por el poder de clase burguesa. 

Por supuesto en este desvelado el feminismo también queda expuesto. Pero no el feminismo combativo radical, étnica o culturalmente centrado en un colectivo particular de mujeres o temas, sino el feminismo que reconoce y celebra la feminidad. Y lo hace de un modo muy femenino: tomando la mirada, el arma más poderosa de opresión y control que el hombre ha instituido en la raíz de la cultura Occidental moderna, y volviéndola contra ellos, devolviendo la mirada, poniéndolos en la imagen, en el centro de la mirada, y forzándolos a reflexionar sobre la mirada que les devuelve el reflejo. De algún modo, apropiándose de la mirada masculina, y devolviéndola pacífica y graciosamente con toda su fuerza.

Por supuesto, más allá de ese ejemplo, el apropiacionismo puede parecer el principal tema de toda la serie; después de todo, la mayoría de fotografías muestran la obra de arte de otros de fondo. No obstante, el discurso apropiacionista, desde los orígenes históricos de la ‘tradición Occidental de apropiacionismo’ – que John Welchman propone se inició en el Imperio Romano – hasta precursores como Dadá, Readymade, Fotomontage, Pop, pasando por exposiciones seminales como “Pictures” (Nueva York 1977) o “Endgame” (Boston 1986), parecen basados en la posesión – generalmente no autorizada – de las imágenes de otros.

El post-apropiacionismo de Nébula no está tanto en diálogo crítico con los postmodernos de los 1970s o 1980s, ni embebido de la criollización postcolonial de Okwui Enwezor (“ahora todos somos apropiacionistas” escribió en el catálogo de Documenta 11), sino sue toma en consideración la subjetividad e incluso la toma como tema, parecido a como han hecho artistas actuales como Amy Adler, Glenn Ligon, Aleksandra Mir, Francesco Vezzoli, or Kelley Walker, reintroduciendo el debate desde un punto de vista más amplio. Nos permite considerar la visión de fotografía con potencial emancipador de Roland Barthes, una actividad inherentemente subversiva. Pero en vez de buscar un rol activo para el observador cuestionando la originalidad (La Muerte del Autor), Nébula coloca al espectador en una posición cómoda pero ineludible desde la que no hay salida si no es sumergiéndose activamente en la obra. Así hace frente, a la vez, al “problema de sentido” de Jacques Rancière, yendo más allá de las “contradicciones positivas” y abarcando la heterogeneidad que la subjetividad permite e implica.

¿Cómo lo consigue? No a través de simulación y simulacro, tan común en los 1980s (con el precedente del détournement descrito por Guy Debord en los 1950s), que como Jean Baudrillard claramente compadecía, no podía llevar a una crítica radical. Más bien por alegoría, explorando las ideas de Craig Owen de “leer lo que ya está escrito”, “generar imágenes a través de la reproducción de otras imágenes”.

Y es precisamente debido a esta profundidad alegórica de las fotografías de Nébula, que su valor no se diluirá una vez se “acomoden de un modo seguro en un museo de arte”, como correctamente temía Douglas Crimp que le ocurriría a las retrofotografías de Richard Prince o los fotograbas de Sherman. Las fotografías de Nébula pertenecen en un museo, donde pueden mirar directamente al observador. Pero los museos y galerías a los que pertenecen sus fotografías, no son cualquier museo o galería. 

Como muestran muchas de sus fotografías, el museo o galería al que se refiere está vivo, bullendo de energía y actividad, donde el espectador no tiene expectativa o espera, y no se le da de comer con cuchara, sino que participa, se mueve, actúa.

En esta sutil crítica de la Teoría Institucional del Arte, Nébula toma un repositorio de clichés – en este caso la común “fotografía de turista a una obra de arte” – y reemplaza esos “iconos de establecimiento artístico aceptado” por otra toma, otra vista, volviéndolos, en una especie de “reencarnación kármico-artística” en obras de arte de nuevo. Similarmente a lo que Jo Spence hizo con Beyond the Family Album. Pero lo hace de un modo más confrontativo y activista de lo que puede parecer en un principio: Nébula se atreve a fotografiar obras con derechos protegidos (o más bien, restringidos) en museos y galerías que absurda, retrógrada, e increíblemente no permiten fotografiar las obras. Y lo hace sin permiso. ¿Quién cree un legislador, un museo, o el propio autor, que es para encarcelar la esencia de esa obra, cuyo único fin es, o debería ser, conmover e inspirar al mayor número de personas posibles, poniendo dudosos intereses económicos por encima de los intereses culturales? 

En un magistral toque copyleft de coherencia final, Nébula expone y libera todas sus obras bajo una licencia libre, e incluso exige el uso de herramientas informáticas libres para la realización de los materiales adicionales, como este mismo libro.

Puede sonar atrevido, pero dado lo anteriormente expuesto, podemos afirmar que Nébula nos muestra un nuevo modo de mirar: uno que es consciente de todas las capas de abstracción, mientras al mismo tiempo es capaz de comprender la imagen completa.

¿Qué es arte puro en la concepción moderna? Es crear una magia subjetiva que contiene el objeto y el sujeto a la vez, el mundo externo al artista, y a la artista misma.

Charles Pierre Baudelaire, Curiosités esthétiques

Que ustedes lo disfruten.