Afganistán ya es (oficialmente) la guerra más larga en la historia de EEUU.

Para comenzar a comprender ese desastre, como suele ser habitual en la historia moderna, hemos de regresar al final de la Segunda Guerra Mundial, cuando Pakistán envió a los colonos “Talibán” a tomar Afganistán para así ganar una ventaja estratégica sobre India en su guerra por Cachemira.

Hoy la alianza entre los Talibán y el ISI de Pakistán (Directorado de Servicios de Inteligencia) están en el núcleo de por qué los EEUU están en una guerra sin fin: EEUU se alinea, o eso podría parecer, mucho más con India en términos de valores, política, economía, etc que con Pakistán. Pero para luchar contra los Talibanes, EEUU eligió a Pakistán como sus aliados, alienando a India, calentando el conflicto de Cachemira, y ayudando y legitimando al ejército Pakistaní y el ISI… lo que al final ha terminado siendo su “enemigo”.

Típico de la inteligencia-militar (oh, la ironía) con su cerrazón, miras estrechas, y enfoques traidores, mentirosos, y abusivos, terminan disparándose en el pie.

El debate en el CUNY Graduate Center de Nueva York del año pasado entre Christopher Hitchens, George Packer, y Peter Beinart lo tuvo claro.

Sin embargo, la verdadera guerra está en casa. Como brillantemente apuntó Packer: nuestra sociedad y economía están en indudable decadencia. No tiene sentido intentar mantener el poder fuera cuando las infraestructuras nacionales, los niveles de educación, la sanidad, e incluso el discurso político nunca han sido tan bajos.