El rojo tiñe cielo y mar, como lo llaman ellos, mientras el sol se pone sobre el Río de la Plata.
La rambla se llena de montevideanos con sus mates. Sonríen ajenos, o pese, al drama de la vida.

Ese rojo intenso irrumpe, invade, tiñe y cubre cual telón. Lo he de compartir contigo.
Es efímero, y sé que pasará, pero ahora parece que nada pueda escapar a su derrame, que arrastra mi atención, mi sensibilidad, mi dolor, mi vida.