El miércoles fuimos al concierto “Un tributo a Elliott Carter” en el Centro de Postgrado de la Universidad de la Ciudad de Nueva York CUNY (calle 34th st con la 5ª Avenida). Un variado elenco de (en general) estupendos (casi todos) jóvenes intérpretes, y las inconfundibles composiciones de Elliott Carter. Debo admitir que no es precisamente mi música favorita, pero sigo tratando de expandir mis horizontes. Siempre aprendiendo, o intentándolo. Experimentando, exponiéndome, probando… ¿no es esa la actitud hacker?

Pero tuvimos que salir del auditorium en el intermedio para llegar a tiempo a la fiesta de inauguración de “NYC 1993: Experimental jet set, trash and no star” en el New Museum. 

Como suele ser el caso en el New Museum, la exposición tenía cosas terribles, y un par de piezas muy interesantes. Pero pensándolo bien, tiene todo el sentido: hablamos de arte contemporáneo. 1993. Veinte años (sí, estoy seguro que todos pensamos, en un momento u otro, cuando observábamos la exposición “el tiempo vuela, recuerdo cuando…”) no es bastante perspectiva como para discernir.

Estamos justo en el medio. Y eso, en sí mismo, es lo que lo hace maravillosamente divertido aunque no cerebralmente profundo – por mucho que se empeñe al curador en los textos de las obras.

La noche acabó con una estupenda cena de degustación en el Crosby Hotel Bar and Terrace.