Una de las amigas que cenó con nosotros anoche era una abogada que antes trabajaba en el turno de oficio en NY. De las muchas historias interesantes que contó, una me llamó la atención como el ejemplo perfecto de todo lo que falla con el Sistema.

Una vez tuvo que defender a un hombre sin hogar acusado de robar una chocolatina en una farmacia. Ya que había violado una orden de restricción de un incidente similar anterior, el fiscal pedía una pena de prisión de 3 años. Independientemente del hecho de que el acusado padecía una enfermedad mental Y era un diabético que no podían pagar la medicación y estaba tratando de controlar sus niveles de azúcar mediante la ingesta de dulces.

Al mismo tiempo se dio otro caso: un delincuente “de cuello blanco” que había asaltado un fondo de pensiones, dejando a miles de personas sin nada con lo que vivir después de jubilarse. Toda lo que la fiscalía pedía era una multa considerable (aunque no tanto para él).

Todo esto en una época en que la desigualdad socioeconómica está creciendo considerablemente.

En España, donde la corrupción política y de cuello blanco está tristemente generalizada aun cuando el desempleo supera el 27%, hemos tenido nuestra dosis de casos muy injustos (de Roldán a Rato).

Mientras que las reacciones instintivas a las excepciones inusuales no son una buena manera de hacer política, nos debemos a nosotros mismos asegurarnos de que el sistema nunca se convierte en una excusa y un mecanismo para la injusticia. Especialmente injusticia social.