Our beautiful Niagara Falls wedding
Originalmente nos pensábamos casar en Valencia (España). La burocracia lo complicó demasiado. Así que decidimos cambiar nuestros planes y nos casamos donde nos comprometimos: ¡en las Cataratas del Niágara Falls!
[No obstante, aun vamos a celebrar un banquete de boda en Valencia (España) para los amigos y la familia, en el Hotel Westin, como estaba previsto en un principio, pero durante el último fin de semana de agosto].
Volamos desde Nueva York a Buffalo el jueves, 1 de agosto, por la noche y fuimos a casa de mi familia política a través de la frontera con Canadá para pasar la noche. Al día siguiente, después de un buen desayuno incluyendo un delicioso flan casero hecho desde cero (¡ni siquiera mi abuela pasaba por todo ese trabajo para hacerme un flan!) ya vestidos de boda, me fui con prometida y mi suegra a la peluquería, de camino a la boda, mientras que mi suegro fue a recoger el pastel de bodas y llevarlo al restaurante.
La boda fue a las 4:15pm, en el precioso parque de Terrapin Point, Isla de la Cabra, Cataratas del Niágara (del lado de Nueva York) y parte de su familia ya estaba allí cuando llegamos. Nos reunimos con la funcionaria que celebró de la boda, y a las 4:30 pm empezamos la ceremonia corta y bonita frente a una roca, símbolo de nuestro compromiso firme y sólido, y al lado de las cataratas, símbolo de nuestro amor torrencial e interminable.
Los votos fueron muy bonitos, pero la cosa más hermosa de toda la boda era la novia. Con una orquídea blanca natural en el pelo, un ramo de lirios negros y un vestido blanco y corto de Ralph Laurent que se ajustaba a su alta y esbelta figura a la perfección, lucía radiante.
Yo llevaba un traje de Dolce & Gabbana negro, camisa blanca y sin corbata.
Finalmente, después de los votos, llegó el momento de las alianzas de boda. Un clásico de Georg Jensen, el anillo MÖBIUS diseñado en 1968, que simboliza el infinito. Lo compramos en el 687 de Madison Avenue, en Nueva York. Va perfecto con su anillo de compromiso de peridot extraterrestre y diamantes.
Con los anillos en los dedos, nos declararon marido y mujer. Nos besamos y nos besamos, felices y con una amplia sonrisa todo el rato. Tanto es así que ¡nuestras mejillas nos hacían daño!
Después de millones de fotos de rigor junto a las espectaculares Cataratas del Niágara, nos fuimos a Fortuna‘s, un restaurante italiano propiedad de un amigo de su familia, donde teníamos toda la planta superior reservada para el banquete.
Fue una cena divertida y animada, con todos los “típicos” toques de banquete de boda (brindis entrañable de la familia política, besos, fotos, la novia tirando el ramo, regalos …). Lo que lo hizo más especial era que su (ahora también la mía) familia estaba allí al completo, aunque dos de nuestras amigas Jill (que se rasgó un músculo jugando para los “Bad News Babes” en el partido de softball periodistas contra políticas en Washington DC y necesitó cirugía) y Marsha, no pudieron venir 🙁
También notables fueron los exquisitos centros florales elegidos por mi esposa, con orquídeas azules naturales, y la súper impresionante y deliciosa tarta de bodas temática de Cataratas del Niágara horneada por una de las amigas de mi suegra (definitivamente debería considerar abrir un negocio de tartas).
La noche de bodas la pasamos en el mismo Hotel Hilton (votado “mejores vistas del mundo”), en el que nos comprometimos las navidades pasadas, dos meses y medio después de conocernos.
Por supuesto dormimos hasta tarde y, tras un checkout tardío, tomamos un enorme (¡fíjate en el tamaño de las tortitas de arándanos en las fotos de la galería de más abajo!) brunch en “The Famous” y nos fuimos directos al The Maid of the Midst, un barco que te lleva casi debajo de las cataratas, donde de verdad puedes sentir su potencia… ¡y empaparte!
Por la noche fuimos con los suegros a cenar y despedirnos a Windows, el restaurante de Jamie Kennedy con unas impresionantes vistas de las cataratas.
Ahora, el capítulo dos será un banquete de bodas en el Westin de Valencia (España) con nuestros amigos y familia del otro lado del Atlántico, en un par de semanas.
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