He estado dos veces en el Madison Square Garden recientemente.

La primera nos invitaron, a mi esposa y a mí, a un partido de la NBA (New York Knicks contra San Antonio Spurs). Estupendo asientos.  Disfrutamos del espectáculo (ya que el partido fue un asco). Me sorprendió la cantidad de puestos de comida (desde perritos calientes a sushi), artículos de recuerdo y puestos de parafernalia que había. Incluso el cucurucho de palomitas de maíz tenía el logo de los Knicks en él. También fue sorprendente la cantidad de veces que se hizo referencia a los militares. Y puesto que era “el día del aprecio de las Fuerzas Armadas”, un grupo de militares hizo una demostración de manejo del rifle en la media parte, y paseó una bandera gigante. Da un poco de miedo, si lo piensas.

La segunda vez fui invitado por IBM a su palco privado para ver un partido contra los Chicago Bulls, un partido mucho mejor. Es tan arriba, que a veces hay que mirar a las pantallas gigantes para ver el partido. Está lejos de los increíbles palcos privados del Xcel Energy Center en St. Paul, Minnesota (que disfruté hace muchos años y ya entonces era impresionante, con su uso de la tecnología), pero había un buffet completo, nuestros propios baños, pantallas, y definitivamente es el lugar perfecto para hacer negocios.

Lo fue aún más genial es que se nos unió uno de mis ídolos de cuando era jugador de baloncesto: John Starks. Tan agradable y guay como lo recordaba.