El día en Palma fue muy agradable. Paseamos por la ciudad, disfrutamos los altares de la Catedral (de Gaudí y Barceló), la arquitectura típica, probamos sobrasada, compramos ensaimadas, y volvimos al barco sintiéndonos como en casa. Después de todo, pasé muchos veranos en la cercana Ibiza y he visitado Mallorca muchas veces.