En Singapur, día 2: Suntec City, Gardens by the Bay, y Marina Sands Bay
Por la mañana tuve una reunión de trabajo con el Dr. Ho en Suntec City, (donde está la pantalla HD más grande del mundo), donde también asistí a la feria Medical Asia. No fue fácil llegar hasta allí, porque las preparaciones para el campeonato de Fórmula 1 hizo que cortaran muchas calles a los peatones, así que tuve que navegar por un laberinto de hoteles y centros comerciales. En un de ellos, el Marina Square, vi un restaurante temático de Mr. Bean (Teddy & Me), y unos pasos más adelante una empleada de una tienda, que era exactamente igual que Eva Mendes cuando tenía veinte años, trató de coquetear conmigo. Una mañana bastante surrealista.
La reunión con el Dr. Ho fue bien, pero la feria estuvo bastante floja, por lo que a mediodía, ya había visto todos los expositores.
La primera cosa que hice antes de ir a ningún otro sitio fue comer en un restaurante famoso: Din Tai Fung. No es de extrañar que tenga una estrella Michelin y esté en la lista del New York Times de las 10 principales cadenas de restaurantes del mundo. Su Xiao Long Bao es absolutamente exquisito. El problema con la degustación de estos manjares es que ahora estoy mal acostumbrado, y no me va a satisfacer nada menos que los famosos “18-pliegues”.
Después de ese delicioso almuerzo, crucé el puente de hélice, que pasa al lado del extrañamente nombrado Museo de Ciencia Arte con forma de flor de loto, a través del Marina Bay Sands, directamente a los jardines junto a la bahía (Gardens by the Bay).
Con una inversión de más de S$ mil millones, parece salido de una película de ciencia ficción. La sección sur cuenta con 18 “supertrees”, llamativas estructuras de acero y cemento con forma de árboles gigantescos que se iluminan por la noche. Dos veces al día hacen un show de música / luces (“Supertree Rhapsody” creo que lo llaman) que vale la pena ver. Yo vi el de las 20: 45h.
Una pasarela aérea conecta los dos árboles más grandes. El restaurante IndoChine se encuentra en la parte superior del árbol más alto, que está a 50 m de altura. Algunos de estos árboles producen electricidad con paneles solares. Sirven como jardines verticales, pero también ventilan y riegan los gigantescos invernaderos con tecnología de última generación que albergan 220.000 plantas de hábitats en peligro de extinción.
La Cúpula de la Flor tiene plantas que crecen en el mediterráneo templado y subtropical, mientras que el Bosque Nuboso recrea un bosque fresco de la montaña de los trópicos, incluyendo una cascada artificial de 35 m. Uno no puede dejar de preguntarse si, muy pronto, vamos a estar hablando de la naturaleza en pasado, y visitando cúpulas artificiales para poder disfrutar de “maravillas del pasado” como flores o animales.
También hay cuatro jardines: chino, indio, malayo y colonial que rodean la Supertree Grove en la esquina noroeste.
Pese a ser espectacular la primera vez que uno lo ve, es aún más espectacular si es de noche cuando te vas, y miras hacia atrás.
Antes de viajar a Singapur, pregunté a un compañero expatriado en Nueva York, Iñaki Berenguer, que va a menudo a Singapur, para que me diese sugerencias: “Lo que no te puedes perder es subir arriba del hotel que tiene el barco en la azotea (marina sands bay) y tomar un drink mientras ves las vistas” (sic), me dijo.
Por obvio que parezca, tiene toda la razón. La vista es impresionante, y el ambiente no es tan turístico como uno podría imaginar. O tal vez es el hecho de que hay tantos expatriados en Singapur, que rara vez alguien parece un turista más.
Antes de terminar el día, vi el bonito aunque cursi espectáculo nocturno de agua y luz que hacen cada noche en la bahía. Tal vez un “show” aún más interesante fueron los coches de lujo aparcados en frente de los hoteles: una exhibición constante de exceso, un recordatorio de las diferencias socioeconómicas que prevalecen en el mundo entero, y que son muy aparentes en el sureste de Asia.