El lunes 15 de septiembre volé de Nueva York a Milán, y fui directamente a una reunión de negocios. De ahí tomé el tren a Roma. Aunque estaba muy cansado cuando llegué, me tuve que quedar despierto hasta que era “hora local para ir a la cama” para evitar el jet-lag, así que di un paseo por la Piazza della Repubblica, donde cené un panini di melanzana e mozzarella , y por la Piazza Santa Maria Maggiore, donde tomé un helado de canoli (sí, el sabor canoli, no un canoli).

Al día siguiente, después de mi reunión, tomé el Leonardo Express hasta el aeropuerto de Roma, ahora llamado Leonardo da Vinci. El billete de tren es de € 14, pero ¡cuidado con el “impuesto oculto”! Te cuento lo que me pasó, para que intentes evitar la trampa cuando intentes hacer lo mismo:

Compré el billete de tren desde el dispensador automático de la estación. Usé mi tarjeta de crédito, y la máquina me hizo elegir el tren. Elegí uno con 20 minutos, tiempo de sobra para ir al andén. La primera cosa rara es que sólo muestran las vías del Leonardo Express dos minutos antes de que salga, pero ya que siempre parte de las mismas, sin señalizar, de lo que me enteré más tarde, fui a esas vías (creo que la número 22) sin esperar a que la pantalla lo mostrase.

En ningún momento me dijeron, por la máquina o señales que fueran suficientemente visibles, o en Inglés (o incluso italiano, ya que hablo italiano básico), que tenía que “cancelar” (que la máquina me pusiese un sello) el billete.

Así que me subí al tren, y justo cuando íbamos a llegar al aeropuerto, llegó la revisora y preguntó por mi billete. Se lo di, y aquí está el diálogo absurdo que siguió:

– Señor, usted no ha “cancelado” el billete, tiene que pagar una multa de 50 €.

– ¿Disculpe? Acabo de comprar el billete, pagué con mi tarjeta de crédito, aquí está el recibo.

– Sí, pero no ha “cancelado” el billete. La multa es de 50 €.

– ¿Cómo iba a saberlo? No he visto ninguna señal, y este es un tren utilizado sobre todo por turistas, por lo que no pueden esperar que las costumbres y las normas locales se conozcan sin indicación.

– Estoy segura de que pone un cartel en algún lugar, de todos modos tiene que pagar 50 €.

– De acuerdo, vamos ver un segundo: la razón por la qua algunos billetes de tren tienen estamparse con fecha y hora, o “cancelarse” como usted lo llama, es porque están abiertos, y por lo tanto el tiempo de estampado evita una segunda utilización. Pero esta compañía ferroviaria tiene revisores que “cancelan” los billetes a bordo. Además, la máquina me hizo elegir hora, así que no compré un billete abierto, entonces ¿por qué la necesidad de cancelarlo?

– Porque si usted no cancela el billete, las puertas en la estación del aeropuerto no se abrirán. – Para entonces habíamos llegado al aeropuerto, y todo el mundo estaba dejando el tren –

– Bueno, si ese es el problema, entonces déjeme hablar con el responsable en la estación.

Ella escribió algo en el billete, le hizo cuatro agujeros, y se fue, bastante decepcionada de que no recolectó el impuesto “vamos a abusar del turista desprevenido”.

Al salir de la plataforma vi las puertas automáticas a través de las cuáles los pasajeros tiene que pasar, mediante el escaneo de su billete. Pero también vi una con un empleado de la estación, comprobando billetes manualmente y la puerta abierta. Así que caminé hacia él, con el fin de explicar, o pedir una explicación. Pero luego pensé: “en Roma haz como…”. ¿Cómo manejaría esto un romano? Conté mis pasos bien, puse mi pulgar sobre el garabato, y pasé por delante del empleado y la puerta abierta. Sin preguntas, sin explicaciones, sin pérdida de tiempo, y sin multa de 50 €.

¡Arrivederci!