El 13 de noviembre tomé otro vuelo temprano a Londres. Fue muy triste perderse el desayuno en el Sofitel de Varsovia, ya que suelen ser bastante buenos. Pero a las 4 am ningún hotel tiene abierto el desayuno bufé.

También dormí como un bebé en el vuelo a Londres.

Cuando llegué al hotel, el agradable Regency, cerca de Hyde Park, hacía frío y llovía. No tenían mi habitación preparada, y no la tendrían hasta las 14: 00h, aunque me dijeron que iba a recibir un upgrade a una “habitación triple con un balcón”. ¡Genial! Así que dejé mi equipaje allí, tomé una taza de té en el Salón Elysium, y ya que mi primera reunión en IBM, al lado del Teatro Nacional y el London Eye, no era hasta más tarde, me decidí a dar un pequeño paseo.

Pasé por el Museo de Historia Natural, y decidí entrar unos minutos al encantador Museo Albert y Victoria. Allí me encontré con una sorpresa muy agradable: la exposición “Objetos Desobedientes”. Era bastante pequeña, pero tan interesante que compré el catálogo. Definitivamente mucho “alimento para el cerebro”. ¿Qué hace una exposición como esa en un museo? ¿Por qué ahora? ¿Qué representa? ¿Es “bueno” o “malo”? ¿Para qué o quién? ¿Existe tal cosa como “bueno” o “malo” en ese contexto?

Mi inclinación y planes de “revolucionario” querían salir.

– ¡No te demores, hazlo ahora! – gritaban una y otra vez expuestos a este tipo de ejemplos inspiradores.

– Todavía no – respondí – no todavía. Hay un tiempo y un lugar, un plan, método y recursos, para todo. Ya llegará el momento. Pero el tiempo ahora es “el momento de ir a la próxima reunión, para seguir jugando un papel que permita dar el siguiente paso”.

En mi camino a la reunión pasé por tiendas, restaurantes, palacios y monumentos. Caminé junto a la gigante escultura de gallo azul frente a la entrada de la Galería Nacional de Retratos, el Departamento de Energía y Cambio Climático (hey, a los que niegan el cambio climático, ¿por qué el Reino Unido necesita un Departamento de Cambio Climático, si no existe tal cosa?), el Puente de Londres (con su “Big Ben”), las Casas del Parlamento, y muchos otros puntos de interés. Incluso tomé un almuerzo inesperado en El Frenchie, un puesto en el Festival de Invierno, que servía pato con queso de cabra en un pan de trigo integral con rúcula, cebolla caramelizada, mostaza y miel. Para chuparse los dedos.

La reunión fue como se esperaba, y terminó rápidamente, así que no tuve ningún problema para llegar a la próxima reunión, en Pall Mall. De hecho, tuve tiempo para entrar en el Oxford and Cambridge Club, para preguntar sobre cómo apuntarme (dados los precios de los hoteles en Londres, puede que no sea una mala idea, y siendo un “Oxon”, cumplo el requisito principal). Resulta que se necesita la recomendación de otros miembros antes de poder unirse. Debería haberlo imaginado. El club de los amiguitos. ¡Qué poco me gusta esta mentalidad de sociedad estratificada! Supongo que no “aprendí la lección” en Oxford.

Mi segunda reunión, con una socia de una empresa de inversión, fue bastante interesante. Además de hablar de tecnología, una inversión potencial, y más, resulta que ella es de Ibiza (Islas Baleares en España), el mundo es un pañuelo, por cierto.

Después de esa reunión, me decidí a regresar al hotel caminando. Todos esos aviones, reuniones, taxis, autobuses y hoteles sin piscina, no son buenos para mi salud. Mi wereable dijo que caminé 20.000 pasos. ¡Bien!

Era demasiado tarde para entrar en una galería o museo, así que decidí “ir por el verde”. En primer lugar a través de Green Park y luego Hyde Park, recorrí mi camino al hotel.

Hacía frío, estaba lloviendo, el suelo estaba cubierto de hojas, fangoso y húmedo. Pero definitivamente hay algo seductor en un antiguo parque en la oscuridad. Todo el mundo parecía ir a alguna parte, pero no tienen prisa como en Nueva York. Hay algo más civilizado sobre la “vieja” Europa. El dinero y el tiempo pueden ser importantes, lo pueden necesitar tanto como cualquiera, pero parece que no es la única cosa en su cabeza, mientras que esa no es la impresión que tengo caminando por las calles de Nueva York, donde el tiempo, la velocidad, la productividad, el dinero, la apariencia y la agresividad son demasiado frecuentes.

Finalmente llegué al hotel, me fui a mi habitación después de averiguar los botones del extraño ascensor (LG, 12, 4, G, 3, 5, 6, dispuestos en dos filas, excepto el 6, para un solo edificio del hotel), y luego me di cuenta: Londres es uno de esos lugares donde tienes suerte si tú y tu maleta cabéis en la misma habitación. Así que mi “triple” era una pequeña habitación con un pequeño sofá de una sola persona. Y, aunque el balcón era tal, no tenía una puerta para acceder a él, sólo una ventana con un cristal fijo inferior. Bueno. Al pobre durmiendo en una estación de metro seguramente no le importaría, por lo que tampoco me iba a importar a mí.

Antes de ir a dormir, necesitaba tomar algo de cenar. Así que caminé hacia la estación South Kensington, ya que recordaba haber visto una excelente tienda de quesos franceses y restaurante en el camino. Pero estaba cerrado por una función privada. Así que me dirigí a un muy buen restaurante japonés. Completamente lleno. Entonces me dirigí a otro buen restaurante japonés que tenía una sola mesa disponible. Y tomé un delicioso donburi de anguila, y pastel de matcha. Ya estaba listo para caer como un tronco.

A la mañana siguiente tomé un desayuno muy decente en el Salón Elysium antes de salir y llevar mi equipaje conmigo a mis próximas reuniones (horario apretado y un vuelo que no quería perder).

Las dos primeras reuniones en IBM fueron ido bien. Por suerte, la tercera fue en un café cercano, donde tomé el almuerzo, antes de caminar por el Támesis hasta Blackfriars para coger un tren al aeropuerto. Es increíble lo mucho que ha mejorado esa zona. No hay ninguna otra ciudad en el mundo, ni siquiera de París, que haya sido capaz de unir “viejo” y “nuevo” tan agradablemtnete y de manera coherente. Lástima que no tenía tiempo para hacer una visita rápida a mi querido Tate Modern. Espero que la próxima vez, que supongo que será ya en diciembre.