El 26 de abril nos levantamos bastante tarde, con la maravillosa sensación de no tener ninguna prisa, y disfrutamos de un buen desayuno buffet en el restaurante Lido.

Tras el desayuno dimos un paseo al rededor del barco, explorando sus diversas salas, desde la sala de juegos a la biblioteca. Definitivamente no es un barco “espectacular”, pues está decorado de un modo sutil y conservadoramente elegante. Quizá su punto más débil, como con tantos otros cruceros, sea el arte, y el más interesante sea el Cunardia (el primer museo flotante de Cunard) celebrando 175 años de historia.

Por la tarde, mientras mi mujer dormía la siesta, yo me puse al día con algunos artículos de prensa que había guardado para leer en el crucero, mientras disfrutaba de la vista del Océano Atlántico por el balcón; luego fuimos a tomar el famoso afternoon tea en la Sala de la Reina, con deliciosos canapés, dulces y scones.

Tras un poco de trabajo (corregir exámenes de mis estudiantes del Master en Telemedicina de la Universidad Oberta de Cataluña), fuimos a cenar en nuestra mesa privada en el restaurante Britannia, que resultó ser mucho mejor de lo esperado.

El día finalizó con la penosa actuación musical String Idols por parte de un duo de cuerda en el Royal Court Theater.