El viernes sólo tenía una reunión programada por la tarde, así que me decidí a desafiar el día muy nublado y lluvioso, y salí hacia el jardín Sankeien. No es que estuviese cerca, pero había leído cosas buenas sobre él, así que sin preocuparme por que las fotos no salieran bien, o por perderme, o por mojarme, me fui de todos modos.

Sólo puedo asumir que el lugar estaba prácticamente vacío debido al clima inhóspito, pero yo encantado de caminar por allí casi completamente solo.

No encuentro palabras para describir ese lugar. Paraíso en la Tierra. El lugar donde mi alma pertenece. Donde debo haber vivido en una vida anterior (si es que hay tal cosa)… el sentimiento de pertenencia, paz, armonía y felicidad que me hacía sentir era muy fuerte.

Di vueltas durante mucho tiempo, completamente alucinado, con la mandíbula abierta, antes de darme cuenta de que no estaba sacando fotos. Y este es el tipo de lugar que te hace parecer como un verdadero fotógrafo, porque no hay ángulo equivocado. Todo es absolutamente perfecto. Más allá de lo perfecto.

En cada edificio antiguo (4 de ellos considerados “tesoros nacionales”) me maravillé de cada detalle. Por suerte en un de ellos conocí al director de conservación, que me contó en un muy buen inglés, muchos datos interesantes acerca de las costumbres de épocas pasadas, la forma en que las herramientas fueron construidas y usadas, lo que era la vida diaria de aquel entonces … una experiencia muy educativa.

Pero no se trataba de los hechos, sino de los sentimientos. Verdaderamente espiritual, y yo no me considero una persona espiritual, tal vez como una reacción a los 14 años de educación y estricta disciplina en una escuela católica para chicos. Allí sentía que comprendía tanto el Zen como el sintoísmo. El moho parecía hablarme. Sentía como que hasta las piedras tenían alma. Los árboles eran mis hermanos. Y los cuervos, ranas, grullas, arañas, gatos, patos, carpas, y todos los animales parecían darme la bienvenida a su mundo. Porque no importa lo aparentemente amenazantes y destructivas que las fábricas al otro lado de la carretera se antojaban, esto no es “nuestro” mundo. Y somos tontos delirantes por creer lo contrario.

Me senté durante horas, literalmente, delante de una casa al borde de un lago, visualizando vivir allí, con mis seres queridos. ¿Puede el amor ser reforzada o disminuida por lugar? Nunca pensé que sí, pero tal vez un ambiente de armonía realza emociones, y nos hace más sensibles a ellas. Como ondas que se amplifican una a la otra a través de la sincronización (no la superposición). Después de todo, todo es energía. Somos unidades de carbono de procesamiento de información y comunicación. Transformamos energía.

En un momento dado, de pie junto a la más hermosa pequeña cascada junto a la que he estado, y escuchando su murmullo, me sentí como si me estuviera derritiendo, y convirtiéndome en uno con el suelo bajo mis pies. Entonces me di cuenta de que estaba completamente empapado por la lluvia. Y no me importaba. No tenía miedo de “coger una neumonía”, no tenía necesidad de huir de las gotas que caen. Al igual que las arañas colgando allí, esperando que parase la lluvia, para poder continuar construyendo sus redes, yo estaba de pie allí, estoicamente, esperando que parase la lluvia para que no me distorsionase la foto de la red. Eso era todo, ni frustración, ni miedo, ni tristeza…

Todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia. – Roy

Podría seguir acerca de los sentimientos y sensaciones, sobre la pareja vestida con ropas tradicionales posando para sus fotos de boda, la anciana con quien tomé un té verde en el lago, la salamandra que encontró una forma de meterse en una luz de emergencia para ofrecerme su silueta como si fuera un espectáculo kabuki, la linterna de piedra que se dice que ha salvado la vida de un maestro del té, o la brutal simplicidad de uno de los primeros templos Zen… pero ¿cómo podría compartir eso con vosotros? ¿Cómo puede ser compartido? La maldición de estar solo otra vez, de querer compartir para hacer la experiencia completa. Y así es como entiendo que no somos “cerebros aislados”, sino “seres comunicados”. Y es por eso que los egoístas egocéntricos individuos destructivos que hacen caso omiso de la comunidad son la mayor amenaza a la que nos enfrentamos… junto a una “comunidad” artificial y forzada, donde una estructura concentrada de poder trabaja para el beneficio de unos pocos, alimentándose de los sufrimientos de los muchos.

No importa lo mucho que me gusta este completamente solo, yo nací para compartir.

Así que voy a probar el haiku que vino a mi mente en esas horas de contemplación:

Aquí

Soy y Estoy