Al día siguiente, sábado 14 de mayo, tomamos el desayuno en el centro de visitantes (una vez más con deliciosos pasteles daneses), y tomamos un taxi hasta la terminal de cruceros donde embarcamos al Seabourn Quest para realizar un crucero de 7 noches por el Báltico.

El barco es absolutamente fantástico. Es bastante nuevo, exquisitamente decorado, y nos asignaron una suite increíble con un armario vestidor enorme. De particular excelencia resultó el baño de la suite. Sólo he visto un cuarto de baño así en lugares como el Hotel Ritz Carlton (cualquiera, ya que son todos iguales) o el palacio del Emir en Emiratos. ¡Me quedé seriamente impresionado!

Para ser una pequeña nave (450 pasajeros, frente a los más de 5000 en un barco como el Quantum of the Seas de Royal Caribbean) los todos los servicios eran bastante buenos (desde el gimnasio al spa), e incluso el arte era decente (aunque no tan impresionante como el Quantum of the Seas).

Si me viese obligado a ser crítico con algo, podría haber dicho que la selección de libros en la biblioteca era débil, y la comida podría haber sido un poco más imaginativa. Pero la comida me daría una maravillosa sorpresa más adelante (más sobre esto en otro post).

Así que después de brindar con champán en la suite y oler el ramo de flores frescas de bienvenida, recorrimos la nave, cenamos, y volvimos a nuestra suite para seleccionar una de las muchas películas y documentales disponibles en el sistema de entretenimiento a la carta. Elegimos un gran documental que tenía la intención de ver incluso antes de que se estrenara: “Citizen Four”.