El miércoles, 18 de mayo, pedimos a Marina comenzar el día visitando el Metro, lo que nos dio la oportunidad de tener una interesante discusión política e histórica. Todavía recuerdo el Metro monumental de Moscú. Mientras que el Metro de San Petersburgo no es tan espectacular, hay muchos ejemplos de arte y decoración de la era soviética. El Metro en sí es antiguo, pero impecablemente limpio y cuidado.

Marina insistió en invitarnos a una taza de té en el famoso Yeliseevskiy Gastronom en el 56 de Nevsky Prospekt. Un hermoso edificio de estilo Art Nouveau realizado por el arquitecto Gabriel Baranovskii con una muy buena selección de delicatessen.

De ahí nos fuimos directamente al Museo Ruso. Marina nos dio una lección muy amplia y detallada sobre la historia del arte ruso. Me atrevo a decir que era bastante primitivo hasta que los últimos zares insistieron en la imitación y puesta al día con el resto de Europa, por lo que hasta el siglo XX, la mayoría de las obras eran bastante “derivadas”. Sin embargo, algunos artistas asombrosos, en gran parte desconocidos en el resto del mundo, produjeron algunas obras espectaculares. Me gustó especialmente “Retrato de Ivan Shishkin” de Ivan Kramskoi, “Excursión en un barco” del oficial militar Vasily Vereshchagin (una pintura de estilo impresionista antes de los impresionistas), o su incisiva obra contra la guerra “Campo de batalla en el paso de Shipka” (muy notable proviniendo de un oficial del ejército). También me impresionaron los retratos de Perov y sus precisas caracterizaciones psicológicas, y Nikolai Ge, un matemático que fue sin duda un precursor del impresionismo, muy por delante de su tiempo.

Me hubiera gustado haber tenido más tiempo para explorar el arte ruso del siglo XX, que me gusta mucho. Pero pasamos a toda velocidad por Kandinsky, Malevich, y sus contemporáneos. De pasada también vimos la exposición temporal “Circo”.

Después de una comida rápida en el barco, nos cambiamos para ir al ballet. Compré dos entradas para ver el ballet “El lago de los cisnes” en el Teatro Mariinsky II, como regalo de cumpleaños para mi esposa.

Fue muy emocionante, ya que había estado en el Teatro Mariinsky y el Teatro Mikhaylovskiy (donde vi hace años el ballet “Sherezade” de Rimsky-Korsakov), pero nunca había estado en el Mariinsky II. Es un edificio moderno, y aunque es posible que se pierda el ambiente palaciego del Mariinsky original, éste tiene mucho mejor visibilidad y acústica.

Teníamos asientos estupendos, y disfrutamos enormemente de las más de 3 horas de ballet.

La música, por supuesto, de Pyotr Tchaikovsky, y la dirección escénica y coreografía revisada por Konstantin Sergeyev. Pero todo fue sublime, desde las envolventes escenografías de Igor Ivanov, al precioso diseño de vestuario de Galina Solovyova.

Vladimir Shklyarov estuvo bien como el Príncipe Siegfried, y toda la compañía estuvo impecable, pero me quedé completamente sorprendido por la capacidad natural de Yaroslav Baibordin (como bufón), quin, por cierto, nos dijo Marina que recientemente estuvo en su apartamento discutiendo algunos aspectos de la obra con uno de sus sobrinos y le pareció que Yaroslav es bastante agradable y encantador.

Ni que decir tiene  que Viktoria Tereshkina estuvo absolutamente sublime. Su transformación como Odette-Odile es increíble. Se podría haber jurado que era dos bailarinas diferentes, y estuvo excelente en  ambos. Pero sin duda, cuando interpretaba a Odette, te hacía testigo de una auténtica danza de un cisne ante tus ojos. Nunca he visto a nadie moverse la forma en que ella lo hace.

Volvimos al barco absolutamente encantados. Una noche para recordar por muchos años.