El sábado 17 de septiembre fue mi último día en San Francisco, y el único que tuve con algo de tiempo libre.

Después del desayuno, fui a comprar algunos regalos en Japan Town y luego me fui a Union Square, al festival cultural del Día de Corea (Chuseok).

Después fui al Yerba Buena Center for the Arts a ver Space Program: Europa de Tom Sachs. Como temía, tras el fracaso de Sony Outsider, la obsesión de Tom Sachs con demostrar su “estilo bricolaje” hecho a mano, continúa. Más aún, parece otra exposición burguesa y pueril, disfrazada de “diversión”. Es como si el mundo del arte estuviese tomando una posición cada vez más polarizada, como si un artista y su obra sólo pudiesen caber uno de estos cubos: desprendimiento-evasión de las dificultades de la vida cotidiana, desapego snob de la accesibilidad popular, o rechazo de cualquier institución.

Mi sospecha de que Space Program: Europa es la primera opción se ve reforzada por el hecho de que no vi ninguna persona afroamericana allí, aunque estuve allí bastante tiempo. Así que decidí comprobar mi tesis.

Quería ir al Museum of the African Diaspora, pero alguien me dijo que estaba cerrado hoy para un evento privado (más tarde descubrí que cierra temprano, pero que podría haber entrado), así que fui al cercano San Francisco Museum of Modern Art en su lugar.

La falta de diversidad fue más allá de terrible. Era fascinante. En la tienda del SF MoMA todo el mundo era blanco, casi todos rubios, altos, dientes perfectos … ¿Estás de broma? Después de leer atículos al respecto, y visitar tantas empresas de tecnología, sabía que esta ciudad tiene un problema de diversidad y una enorme brecha, pero esto era ridículo.

Entré en el museo, y la falta de diversidad era palpable, aunque disminuida por la presencia de un buen número de turistas. Muy triste, pero ya era hora de enfocar mi atención en el arte.

¡Qué colección! Por supuesto, he disfrutado de los de siempre (Rothko, Calder, Judd, Warhol, Serra, Picasso, Mondrian, Kelly, Martin, Twombly, Sherman, Murata, Duchamp, etc.), pero también me dieron a conocer algunas de las obras de Roy Lichtenstein y Gerhard Richter que no son sus más conocidas (definitivamente yo no sabía nada de esas piezas), lo que me dio una nueva apreciación sobre ellos, y me recordó que no se puede juzgar a un artista por una sola obra, al igual que no se puede juzgar un libro por su portada.

También me gustó mucho la exposición “Typeface to Interface”, que de haber sido expuesta en Nueva York habría estado llena de hipsters, pero aquí estaba llena de techies (¿diseñadores de interfaz, tal vez?). Mención especial: el fascinante vídeo de Sagmeister & Walsh “Now is better”:

Así que con una sobredosis deliciosa de arte, me dirigí al aeropuerto para volar de regreso a Londres.