Ayer fui con mi mujer y mi hijo a la exposiciónYou Say You Want a Revolution? Records and Rebels 1966-1970 del museo Victoria & Albert. El objetivo de la exposición estaba claro:

¿Cómo han cambiado las revoluciones terminadas e inacabadas de finales de la década de 1960 la forma en que vivimos hoy y pensamos en el futuro?

Tenía muchas ganas de visitar la exposición. Es tan oportuna, y tan necesaria, pensé.

Después de visitarla, salí enfurecido. ¿Por qué? Después de todo, está muy bien “construida”, llena de artefactos e información, con un sofisticado sistema de audio, y estéticamente arreglada y orquestada.

Más importante toavía, no parecía un intento nostálgico de regurgitar viejos lemas revolucionarios.

Lo que me enfureció fue lo ‘aplacada‘ que parecía toda la colección. Cómo todos esos esfuerzos y sacrificios, cómo toda esa energía y sufrimiento de los revolucionarios del pasado, ha sido asimilado por el sistema.

Desde las consignas ® Registradas a los letreros “prohibido fotografiar” en la entrada (a los que yo, POR SUPUESTO, no hice ni caso):

A los textos denunciando poderosas corporaciones y estados que controlan los medios de comunicación occidentales, dificultando la difusión de opiniones alternativas. ¡¡¿¿No me digas??!! ¿Qué tal si añadimos “incluso museos”?

Por supuesto, todo rezumaba de un sabor aguado y diluído, “listo para que las masas lo consuman” (a más de £ 17 o € 20 por entrada). No sólo debido a la gran tienda dedicada a la exposición (“Salga a través de la tienda” como Banksy brillantemente destacó), donde muchos objetos atractivos estaban a la venta para nostálgicos y revolucionarios de boquilla.

Sino también por el tono paternalista de toda la exposición, aislando quirúrgicamente las cuestiones (identidad, sexualidad, paz, música, moda…), incluso (correctamente) incluyendo el nuevo sustituto teológico totémico contemporáneo: la tecnología.

Me alegró y enhorgulleció contarle a mi hijo que su abuela estuvo en París lanzando adoquines a la policía en las revueltas estudiantiles de 1969; que su abuelo me llevó, cuando era niño, a ver una obra de teatro prohibida durante la transición democrática española, temiendo la represión de la policía secreta (los grises); que participé de pequeño en debates con adultos sobre anarquismo y comunismo, cuando ambos estaban proscritos en España; y que he participado en algunas de las revoluciones y protestas que se produjeron en las décadas posteriores.

No estoy enojado porque hayan tomado “mis” revoluciones y las hayan reenvasado para facilitar su digestión acomodando a las masas. Eso era previsible, y un resultado obvio del imperio reinante del capitalismo consumista.

Ni siquiera nostalgicamente me niego a aceptar que los tiempos hayan cambiado.

Lo que realmente me molestó y me enojó fue la falta de referencia a un presente combativo, a la continuación de la lucha.

El hecho de que mostraran, al final de la exposición “Cómo han cambiado las formas de vida de hoy las revoluciones terminadas e inacabadas de finales de los años 1960”, pero completamente excluyeran “y pensemos en el futuro” es lo que me enfureció. Particularmente siendo Trump presidente en los EE. UU., May PM en GB, el PP en el poder en España, la extrema derecha avanzando en Francia …

Tenemos que recordar que la lucha no ha terminado, que el fascismo no sólo está regresando (que es lo que siempre ha hecho), sino que es más fuerte y poderoso que nunca. Nosotros, todos nosotros, y las instituciones que nos sirven, incluidos los museos, tenemos el deber de promover un debate reflexivo en torno a la ética y los valores, y protestar y luchar ferozmente por la autoorganización, la unidad y la colaboración. Nos lo debemos a nosotros mismos, se lo debemos a los que lucharon por nosotros en el pasado, se lo debemos a los que vendrán después de nosotros.

Si la burguesía urbana quiere ser la primera en caer de nuevo bajo la bota de los opresores, que así sea. Si los proto y pseudo-intelectuales se auto-engañan pensando que nuestras democracias e instituciones nos salvarán de demagogos autoritarios, megalómanos fascistas y nuestra propia búsqueda ciega del consumismo sin fin, que así sea. Mientras tanto, estaré enseñando a mis hijos sobre la lucha y participando de la manera más inteligente y efectiva que pueda.