El martes, 14 de marzo, al desembarcar cerca de Saigón nos recibieron nuestro conductor y nuestro guía, y nos llevaron a la ciudad.

Esta vez nuestro guía no era tan dulce. Era bastante profesional, pero después de un rato y de algo de conversación, se podía notar la influencia del capitalismo salvaje y el imperialismo chino, en sutiles actitudes agresivas y comentarios misóginos.

Por el camino nos contó sobre la historia del país, la ocupación francesa y la guerra (la llaman la Guerra de los Estados Unidos, los americanos y los europeos la llaman la Guerra de Vietnam, y oficialmente es la Segunda Guerra de Indochina). Se puede decir que Vietnam se ha movido casi tan rápidamente (si no tan poderosamente) como China, alejándose de lo que es un verdadero país comunista, convirtiéndose en un país de “partido único oficialmente comunista, pero de mercado capitalista”. La actividad económica está por todas partes.

Hablando en términos visuales, hay algunos edificios franceses, vestigios de sus 100 años de ocupación terrible, como la catedral de Notre Dame (para la cual cada elemento, desde ladrillos a ventanas, fue traído de Francia), algunos rascacielos y algunos edificios antiguos. Pero hay dos cosas que hacen que Saigon sea único: motos (hay 7 millones de motos en Vietnam, un país con tan solo 10 millones de habitantes), y Áo Dài, la prenda tradicional magníficamente halagadora y práctica que muchas mujeres todavía usan hoy.

La primera parada en nuestro recorrido fue el Palacio de la Reunificación:

Era el antiguo palacio presidencial, y sirvió como contexto histórico para entender mejor el conflicto de Vietnam.

En pocas palabras, el sur de Vietnam fue gobernado y controlado por un presidente corrupto apoyado por los franceses, que por cierto era católico y reprimió el budismo … ¡en un país donde la gran mayoría de la gente es budista! Mientras tanto, en el norte de Vietnam los campesinos dieron su apoyo a la izquierda de Ho Chi Minh. Ya que estaban en mitad de la Guerra Fría, Rusia y China apostaron por ayudar al Norte, que se radicalizó hacia el comunismo, mientras que los franceses pidieron a Estados Unidos que los apoyara en la “defensa” del Sur. Al principio (Primera guerra de Indochina) los EE. UU. proporcionaron las armas y el dinero para que los franceses combatiesen. Pero los franceses fueron derrotados y humillados. Estados Unidos decidió enviar sus propias tropas y eventualmente declarar formalmente la guerra con las catastróficas consecuencias que todos conocemos: 58.000 soldados estadounidenses y millones de vietnamitas muertos.

Las tropas del Norte ganaron y se apoderaron de Saigón un día después de que los estadounidenses se retiraran. El presidente títere del Sur, habiendo sobrevivido a una bomba lanzada al palacio presidencial, huyó a una iglesia cercana, y después de haber negociado la salida segura del país, la CIA organizó (o “permitió”) su asesinato al salir de la iglesia.

Todo eso lo aprendimos en el Palacio de la Reunificación, mientras caminábamos por sus búnkeres y pasillos ocultos.

La siguiente parada fue el Museo de Vestigios de la Guerra:

Es uno de esos destinos a los que vas, no porque quieras, sino porque no puedes dejar de ir. Todos debemos aprender lo que es el horror, para no permitir que charlatanes y demagogos, egomaníacos y psicópatas, nos lleven de nuevo al infierno. Una y otra vez.

El museo es bastante humilde, sin exhibiciones electrónicas de lujo o fanfarria museística. Pero las exposiciones están muy bien documentadas y presentadas, de manera equilibrada y no partidista.

Tiene un toque muy “humano”, desde las familias de los campesinos vietnamitas, a los despistados chavales norteamericanos enviados a una muerte casi segura, alistando sobre todo minorías raciales (sin duda sobre-representadas en la primera línea de fuego), se puede ver a la gente que participó, sufrió, e infligió sufrimiento, en esa horrible guerra. Lo que no se ve mucho son los poderes en la sombra, las oficinas a miles de kilómetros de distancia, donde la vida o la muerte de miles de personas estaban siendo decididas tomando un café o por un titular.

Desde las exposiciones de los fotógrafos de guerra (de ambos lados), hasta los efectos del Agente Naranja (y otras armas químicas empleadas por los Estados Unidos) tanto sobre los soldados estadounidenses como de los vietnamitas, y su actual efecto duradero sobre el medio ambiente, hasta el alzamiento mundial contra la guerra, los actos de desafío que algunos soldados estadounidenses llevaron a cabo para salvar vidas vietnamitas, la reproducción de las cámaras de tortura que el Norte usó contra su propio pueblo … todo esto hace que tu corazón se encoja y tu cabeza dé vueltas. Es muy difícil pasar por ello sin derramar lágrimas. Tuve que ocultar las mías, ahogadas, un par de veces. La humanidad en lo mejor y lo peor de lo que es capaz. Te hace querer correr, escapar de esta “civilización” asesina e imperialista de la que estamos tan orgullosos. Pero por supuesto, pronto te das cuenta de que hay otras maneras de luchar contra la injusticia. Comenzando contigo mismo.

Para suavizar un poco el tono, visitamos un taller de lacado. Y luego un antiguo templo taoísta chino asombroso:

Después del templo caminamos por un par de mercados poco iluminados (mercado de la tela de Tan Dinh y mercado central):

Y tomamos un cóctel en el Sunset at EON 51, un bar en el piso 51 de un rascacielos, el del helipuerto que sobresale, que tenía unas vistas estupendas de toda la ciudad … incluso teniendo en cuenta el smog:

De vuelta al barco, asistimos a un concierto de música vietnamita tradicional y espectáculo de baile, antes de ir a dormir, en el barco atracado en el puerto.