Esta semana, de lunes a viernes, he estado en México por un viaje de negocios.

El lunes volé de Toronto a México DF (ahora Ciudad de México, o CDMX). Nada más llegar fui directo a una comida de negocios, donde comí escamoles (larva y huevas de hormiga).

El hotel estaba bastante bien, y en particular los desayunos: desde platos típicos como gusanos de maguey o tamales, hasta los más comunes tipo salmón ahumado o repostería casera. Impresionante la selección de zumos, incluido zumo natural de plátano, alfalfa, mandarina, y muchos más.

A parte de varias visitas y reuniones en hospitales, el día más intenso fue el martes, pues mi cliente me invitó a su hacienda: primero pasamos por otra hacienda que está remodelando y convirtiendo en hotel, y luego fuimos a la suya, donde se estaba celebrando una tienta taurina (por parte de Sebastián Castella). Por mi parte prefiero ver a los animales libres y felices.

Me enseñaron la manada de preciosos caballos, y luego pasamos a cenar, donde me contó que su rancho de 700 acres produce más de mil toneladas de maíz, tiene 600 vacas, 250 toros… impresionante y precioso.

Al día siguiente, tras ver con mis propios ojos la destrucción del reciente terremoto en la Colonia Roma (me contaron que el gobierno reduce la lista oficial de víctimas para no “asustar” a los turistas) un cliente me llevó a comer mole poblano y tuétano a la Antigua Hacienda de Tlalpan, un lugar espectacular, aunque un tanto kitsch, con cantidad de pavos reales y cisnes sueltos por el jardín y el estanque.

Sin tiempo de probar la piscina del hotel, que abría de 8:00h a 20:00h, el viernes regresé a Toronto en un vuelo nocturno.