Comenzamos el año con una polémica visita: el zoológico de Buffalo.

No me gusta la idea de un zoológico: animales enjaulados, observados constantemente en contra de su voluntad. Pero, por otro lado, algunos cumplen varias funciones positivas: desde la investigación hasta el bienestar de animales heridos.

Personalmente, decidí llevar a mi hija para asegurarme de que pudiera ver algunos animales que pronto se extinguirán. Y pedirle disculpas, en nombre de mi generación, por no haber hecho lo suficiente para garantizar que el planeta sea un lugar a compartir por todos los seres vivos.

El Zoo de Buffalo es pequeño. Como muchos otros zoológicos, ha sido objeto de renovaciones integrales, para que parezca menos una cárcel para animales, y más como un “museo viviente”. Pero, como de costumbre, me entristeció visitar y ver a todos esos maravillosos y magníficos animales restringidos en su movimientos y su vida. Al menos sé que mi hija ahora tiene una apreciación aún más profunda de todos los seres vivos, habiendo visto muchos que no había visto antes.