Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo.
La liberación del constructo en que nos convertimos (por lo general de modo bastante inconsciente), para regresar a la esencia, está en la base, en el inicio de aprendizaje, de toda espiritualidad, ya sea Zen, Hinduismo, Budismo… o Cristianismo.
El otro día estuve con Ana en una conferencia de Esteban Beltrán (Director de Amnistía Internacional España) organizada por la Escuela de Pensamiento Crítico de Le Monde Diplomatique.
Las reflexiones que de ella derivé, pertenecen a dos planos: el abstracto de “Los Derechos Humanos” y el tangible de “las ONGs”.
Empecemos por el tangible: la mayoría de ONGs, sobretodo las más conocidas y de mayor repercusión (mediática, gubernamental, sobre la opinión pública, etc), basan sus operaciones en un enfoque pragmático y especializado.
Haría falta un breve curso de economía, otro de historia, otro de filosofía, y otro de psicología para poner en contexto este post. Así que cada cual que saque de él lo que pueda/quiera/sepa, pero yo voy al grano, que esto es un blog, no un libro.
Norm O. Brown, en “Eros y Tánatos. El Sentido Psicoanalítico de la Historia” (Ed. de Belloch, p. 290) cita a Polanyi (al cual apoya Herskovits) en lo siguiente:
¿Qué tienen en común estas imágenes?
De Ulam a Kurzweil llevamos más de medio siglo debatiendo sobre lo obvio y aparente: la aceleración del cambio.
Se puede estar más o menos de acuerdo. Se puede ser más conservador o catastrofista con las predicciones. Pero lo que no se puede es negar el impacto que la aceleración del cambio, y la temida y anticipada singularidad, están teniendo en nuestra sociedad. Muchos, como Toffler o Naisbitt, se aventuran a especular sobre las sociedades post-industriales.
Tal y como comenta en Nietzsche en “The Philosophy of Nietzsche” (compendio de 5 de sus obras publicado en 1927 por Ed. Modern Library, NY, pp. 668-712), la civilización contemporánea se siente en deuda con sus antepasados. La acumulación de cultura nos genera un sentimiento de deuda, que aumenta con nuevas generaciones. Así que a mayor acumulación de civilización, mayor acumulación de culpa.
Por supuesto artificios como el cristianismo o el copyright juegan con esa culpa, con esa deuda, para establecer su reinado de represión, manipulación y exigencia de retribución, en modo de “ofrendas” (royalties, cánones, rezos, plegarias, sacrificios, comportamientos mediados…) y establecimiento de sus intermediarios “oficiales” (Iglesia como la Católica Apostólica Romana, o Sociedades de Gestión como SGAE), sus mediadores e intérpretes de la sagrada doctrina de la inalcanzable redención de la culpa.