Puede que me precipite, pero cuanto más leo a Deleuze, más me gusta (aunque lo suyo sería llegar a otra conclusión, para ser coherentes con su pensamiento, claro, pero por otra parte, llego a mi propia conclusión, y de eso ser trata). Centrado en el poder cuestionador de la vida, y recalcando siempre la importancia de “convertirse”, no de “ser”, es típico de post-estructuralistas de finales del siglo XX como Derrida y Foucault.

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Trasiego, planificación, racionalización, trabajo, esfuerzo, movimiento, concentración… Y al final, el placer mayor del día llega de forma etérea: un smiley en un SMS, la brisa que entra por la ventana, junto con una acertada pieza de Chet Baker que emana de la casa de algún vecino (bendito vecindario en el que nadie ve la TV), el olor un nuevo incienso japonés… Cuando todo nos parece que está mal, que todo está al revés… te das cuenta del placer de vivir.

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Si en el post anterior hablaba de la India y una decepción de “valores”, en este hablo de Japón en el mismo tono: por primera vez se ha dejado de retransmitir un torneo nacional de sumo en el país del sol naciente por culpa de un estrepitoso escándalo de juego ilegal, drogas, mafiosos, extorsiones, etc que involucra a algunas de las grandes estrellas de ese deporte. Un deporte que en Japón es considerado como el primero a la hora de transmitir valores culturales e históricos a las nuevas generaciones.

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Hace poco una amiga me comentó que había oído, en una conferencia sobre arte indio, algo del estilo: “en la India el arte no tiene el enfoque mercantilista que tiene en occidente…”. Típico panfleto idealista que defiende el misticismo hasta en la salsa curry. Y lo digo con crudeza y acritud porque hay datos que apoyan mi escepticismo. Est humanum errare, divinum ignoscere. Me han comentado que no fue eso lo que se dijo en la conferencia, pero no obstante, el resto de la entrada creo que sigue siendo válido.

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“Derrida” (entre comillas, como le gustaba), o más bien su pensamiento, parece atractivo. De entrada, nos impacta, nos hace reflexionar, nos mueve a la acción, a la de deconstruir, supuestamente para luego construir. Pero si se analiza bien tanto la figura como su obra y pensamiento, uno llega a la conclusión de que él mismo cae en uno de sus famosos double bind. Me recuerda a los neocons más ultraconservadores, que piden la libertad de mercado más absoluta: ¿cómo puede un conservador abogar por la libertad de lo que sea?

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Foto de autor

Jorge Cortell

Viviendo

Senior Advisor en los laboratorios de innovación de Harvard University - Advisor en NLC

Cambridge, MA (EE. UU.)