Mucho, muchísimo se ha especulado sobre este tema. Pero a los datos me remito:
a) Según datos del libro “Happiness: Lessons from a new science” de Richard Layard, recopilados en un gráfico del Global Investor Focus (31 de mayo de 2006, pág. 9) de Credit Suisse [PDF], mayor renta per cápita no quiere decir (a partir de cierto punto) mayor felicidad (la llamada Paradoja de Easterlin):
b) Según un artículo de Michael I.
Parece una burla, humor negro, pero es cierto y más importante de lo que parece.
Un estudio de Peter Tufano (Sylvan C. Coleman Professor de Gestión Financiera de la Harvard Business School) et al, analiza en qué y cómo se gastan el dinero los pobres. La importancia del estudio radica enque desmonta el argumento falaz común de los ultra-conservadores, neo-con, y fascistas (y el gobierno de G. W. Bush está lleno de los tres tipos) según el cual los subsidios a la población más necesitada (desempleo, cupones de comida, devolución de impuestos, etc) no sirven de nada “porque esa gente no sábe ahorrar, o se lo gasta en alcohol y drogas, o les desincentiva para buscar empleo…” [sic].
Excelente trabajo del profesor de administración empresarial Max Bazerman, de la Harvard Business School, sobre cómo tendemos a juzgar las decisiones por el resultado de las mismas, y no sobre el propio proceso de deción (incluída la información que tenía el decisor en el momento de la toma de decisión). Visto en hbswk.
Si ya de por sí las religiones organizadas son una burla, y la prepotencia y manipulación de sus “líderes” insultante, la intransigencia de la mayoría de ellas no es más que una consecuencia de toda esa jerarquía de la intermediación intentando mantener el statu quo a toda costa.
Desde la negación de los descubrimientos científicos más básicos (la circulación de la sangre, la rotación y traslación de la Tierra, etc) hasta la Santa Inquisición, la Iglesia Católico Apostólico Romana (no hay más que ver la primera parte del documental Zeitgeist o estudiar Comparativa de Religiones para darse cuenta del absurdo engaño que representa) ha dado más muestras de intransigencia que sus fieles de fe.
Amimusa me avisó sobre este documental y los pases que se han programado a nivel mundial para el día 15 de marzo (merece la pena que organicéis uno y se lo digáis a todo el mundo). Pero no podía ni imaginarme cómo sería.
Sublime. Sobrecogedor. Impactante.
Michael Moore es un aficionado al lado de esta gente. Perfectamente basado en datos sólidos (algunos los conocía, otros los he contrastado, y asumo que el resto son igual de fiables, aunque siempre haya que desconfiar), y eliminando los absurdos 3 primeros minutos que harán que más de uno no le de la oportunidad que merece, este documental es lo mejor que he visto hasta el momento.
No me refiero a las campañas publicitarias de los partidos políticos (que, por cierto, suelen ser penosas en casi cualquier caso… lo cual demuestra que igual que en las campañas de detergentes, intentan llegar a todos, asumiendo que el “común denominador” es realmente bajo, y aunque así lo sea, no hacen nada por elevarlo).
Me refiero a las propuestas de “fomentar la participación en democracia mediante el marketing”. O sea, que la gente vote cada 4 años (a eso le llaman participación) a un reducido, impermeable y endogámico grupúsculo de lameculos prepotentes (a eso le llaman democracia) gracias a publicidad a saco, lavado de cerebro mediático, y propaganda (a eso le llaman marketing).
Ayer en el tren, probando una serie de parámetros de renderización de una imagen médica (DICOM Angio Tomografía Computerizada), me dí cuenta de que es muy fácil deshumanizarse. A veces es un mecanismo de autodefensa (a los médicos de urgencias, policías, bomberos, etc, les pasa). A veces es costumbre (la exposición continuada eleva el umbral de tolerancia). Pero en cualquier caso, es peligroso.
No debemos olvidarnos. No debemos dejar de tenerlo presente: somos endebles.