El 9 de febrero fue un verdadero día de vino y nieve.
Una nevada intensa cayó la noche anterior, dejando las preciosas fotos que hemos visto en los medios, así como 6.000 vuelos cancelados y 400.000 casas sin electricidad en la zona de Boston.
Así que no tenía planes de salir de mi cómodo apartamento en Chelsea, pero Jill (una amiga que trabaja en el New York Times, y a quien van a trasladar a Washington DC para dirigir la oficina del NY Times en Washington) nos invitó al Festival de Invierno de Vino en NY.
Tras la semana de locos en el MIT, de vuelta en NY necesité un par de días de dormir y relax para regresar al ritmo habitual. Por suerte era el fin de semana de la SuperBowl, así que las calles (y el Mercado de Chelsea) ¡estaban casi vacíos!
Así que el martes ya estaba a todo ritmo. Primero me reuní con P. Oberton en la NYPL, luego fui al edificio de Condé Nast, a la Revista Wired, para hablar de una campaña/proyecto de RRPP junto con el Conseller de Economía e Industria Valenciano Máximo Buch.
La segunda semana de enero viajé a Lima (Perú) para una importante reunión de negocios. Fue un viaje duro: vuelo nocturno desde Nueva York, directo a la reunión, y vuelo de regreso por la noche. Pero no había otra manera de encajar el viaje en mi agenda.
Unos días más tarde volé con mi prometida a Valencia tanto por negocios como por motivos personales. Fue una semana nublada y “fría” (para Valencia de todos modos, porque 20ºC difícilmente podrían considerarse como “frío”, teniendo en cuenta que hacen -12ºC ahora en Nueva York ).
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Este año he pasado las Navidades en las Cataratas del Niágara.
Pese a ser una de las maravillas naturales del mundo, no se me había ocurrido visitarlas antes porque no esperaba que “mereciera la pena”. ¡Qué equivocado estaba! No sólo es una zona encantadora (por lo menos el lado canadiense), aunque ciertamente muy “turística”, sino que las cataratas son de hecho alucinantes. Puedes acercarte tanto al agua, verde intensa, que sientes cómo ruge, fluye, se precipita, y se estrella.
El miércoles Stephanie [¡gracias!] me invitó a “La gata sobre el tejado de zinc” en el teatro Richard Rodgers (Broadway, Nueva York) con Scarlett Johansson.
Aunque ya había visto la película, quizá porque la vi demasiado pequeño como para comprenderla bien, o quizá porque en la película la trama no está tan clara, la verdad es que he disfrutado y comprendido esta obra de Tennessee Williams mucho mejor esta vez.
El 2 de diciembre volé a Montevideo. Me quedé en el Hotel Radisson, Plaza de la Independencia. Ubicado muy convenientemente, con vistas impresionantes desde el último piso. Menos mal que tenía piscina porque no es fácil mantener mi nivel de ejercicio cuando se viaja tanto.
Además de reuniones muy productivas con IBM (por cierto, ejecutivos muy agmables, profesionales, y amistosos) y presentaciones ante varios grupos de hospitales (una de las reuniones en el Edificio Presidencial, otra en el mayor hospital del país, y una presentación en el teatro Solis), disfruté del paseo junto a un río que parece mar, la ciudad antigua, y un extraño bar de hielo.
Aunque no sea obvio, esoty pasando unas cuantas semanas duras por motivos varios. Así que alguien que me conoce muy bien me dijo que no debería ser tan estúpido y debería divertirme. ¡Pues vale!
Adivina quién sale en la peli (vale, todo el mundo lo sabía menos yo ¿y?) ¡Javier Bardem!
¿Qué tal la peli?
La disfruté porque… digamos que es otra de 007. Una producción técnica impecable, momentos brillantes (me encantan sus intros artísticas), algunos puntos de la trama y actitudes muy débiles (una defensa muy peligros de las operaciones secretas), clichés retorcidos (la improbable conexión sangriento asesino-empresa-terroristas), y un intento de traer la actualidad (¡la poderosa China, por supuesto!