Curioso como un tema (Tantra) te lleva a otro (Psicoanálisis) que te lleva a otro (Filosofía) que te lleva a otro (Religión) que te lleva a otro (Etimología)…
“Diablo” viene del latín diabolus que a su vez viene del griego [‘calumniador‘] que viene de [‘calumniar‘]). También tiene la acepción de [‘separar‘]. Curiosamente “Símbolo” etimológicamente significa lo contrario: [‘unir‘]
“Satanás”, por otro lado, viene del latín satâna, que a su vez proviene del arameo shatán [‘acusador‘].
Según el Hagakure (de Yamamoto Tsunetomo, siglo XVIII):
A parte de la sublimación, o la catarsis, hay un modo de avance simple pero eficaz en las psicopatologías (especialmente traumáticas) que es la interiorización de la diferencia fundamental entre términos aparentemente similares y relacionados con el trauma.
Por ejemplo, un hombre que ha sido torturado, debe comprender la diferencia entre fuerza-poder-agresividad-violencia. Como ese hay muchos ejemplos (entrega-compartir-regalo-abandono, límite-norma-regulación-restricción-inhibición-prohibición-represión, libertad-libertinaje-anarquía, etc, etc).
En esa línea, Dan Pallotta, en el Harvard Business Review (gracias Juan) escribe un artículo sobre la diferencia entre preocuparse y ser responsable.
En occidente nos hemos centrado mucho en el “proceso”. Todo son procesos, con su linealidad, consecución, causalidad, y objetivo. Se busca la optimización. Modificaciones sucesivas en pos de una meta, a través de las cuales se diluye el espíritu inicial del proceso en cuestión.
En oriente, sobretodo tradicionalmente (no me refiero a la vorágine de producción y consumo capitalista en la que se ha convertido China, o el hipereficiente Japón de la postguerra) hay un enfoque mucho más orientado al rito.
En un océano grande y profundo, como todos lo son, habitaba, entre muchos otros, un pez. Ese pez, como todos los demás, era especial. Pero, a diferencia de los demás, a él se le notaba desde fuera: en su rostro había algo que ningún otro pez tenía. Una sonrisa.
– Ese pez se cree superior – decían unos.
– ¿Cómo lo hace? – se preguntaban otros.
– Ha alcanzado el aquadharma – pregonaban los guru-peces.
Trasiego, planificación, racionalización, trabajo, esfuerzo, movimiento, concentración…
Y al final, el placer mayor del día llega de forma etérea: un smiley en un SMS, la brisa que entra por la ventana, junto con una acertada pieza de Chet Baker que emana de la casa de algún vecino (bendito vecindario en el que nadie ve la TV), el olor un nuevo incienso japonés…
Cuando todo nos parece que está mal, que todo está al revés… te das cuenta del placer de vivir.
¿Qué diría Marx (Karl, aunque sería interesante oir lo que diría Groucho también) si levantara la cabeza?
Es curiosa la reflexión que le viene a uno a la cabeza al observar las tiendas de Apple: centradas en Producir (vídeo profesional, música, etc). Te permiten navegar, emplear los ordenadores, imprimir… el consumidor se convierte en productor. El trabajador obtiene el uso y resultado de los medios productivos (aunque sea temporalmente) en una extraña liturgia del siglo XXI donde la producción suplanta al consumo para, al desasociar la identificación, hacer sentir al consumidor que tiene un poder, el poder según Marx, en vez de darse cuenta de la treta de marketing que le incita al consumo… perversamente brillante, enfermizamente diseñado, patéticamente significativo.