Puede que me precipite, pero cuanto más leo a Deleuze, más me gusta (aunque lo suyo sería llegar a otra conclusión, para ser coherentes con su pensamiento, claro, pero por otra parte, llego a mi propia conclusión, y de eso ser trata). Centrado en el poder cuestionador de la vida, y recalcando siempre la importancia de “convertirse”, no de “ser”, es típico de post-estructuralistas de finales del siglo XX como Derrida y Foucault.

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Desde que naces te dicen lo que hacer, sentir, pensar… intentan “ordenarte” Te rodean y te sientes con el agua al cuello falsedad, consumismo, alienación, evasión… Todos haciendo el mono, siguiendo la música de… ¡otro mono! creen que “el lider”, “el famoso”, “el vecino”, “la sagrada escritura”, “el partido”, “el gurú”, “el experto”… sabrá lo que hay que hacer, cuando en realidad es ¡otro mono! YA BASTA!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! Así que mira dentro de ti, dentro de tu corazón.

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Este es mi manifiesto. Yo soy tú, si quieres. Pero no hablo por “nosotros”. Porque ya es hora de dejar atrás la sociedad “repre”. Vivimos en una sociedad “repre”. Una sociedad marcada por la representación, mecanismo fundamental para la construcción de la “realidad”, ese constructo del imaginario colectivo, que tiene más de imposición que de consenso. Una sociedad marcada por la represión, mecanismo fundamental para la imposición de esa “realidad” y sus múltiples (que en definitiva son muy similares) formas de organización social.

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Más que un manual (que es otro de los proyectos que algún día llevaré a cabo) esto es una sugerencia, un boceto. Las tres fases claves de una revolución son: crítica+propuesta, destrucción, construcción. La “crítica” es algo que abunda. Todo el mundo “sabe” lo que está mal, ya sea con la economía, con la política, con el medioambiente. con el sistema, con el ser humano… Sería interesante hacer una recapitulación de las principales tesis y argumentos de los críticos más sobresalientes.

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El gesto es nimio en sí, pero su significado tiene un alcance, como metáfora, muy profundo. El otro día me apunté a una nueva piscina pública. Conocía las normas (ducha, zapatillas, gorro, etc). Pero, como siempre, reflexioné sobre ellas, y siendo que desde hace tiempo llevo una cabeza completamente afeitada, le consulté a la socorrista si esto me eximía del preceptivo gorro de baño. Me dijo que suponía que sí, así que me puse a nadar “a pelo”.

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Foto de autor

Jorge Cortell

Viviendo

Senior Advisor en los laboratorios de innovación de Harvard University - Advisor en NLC

Cambridge, MA (EE. UU.)