Siempre me ha fascinado la filosofía, porque desde fuera parece que no tenga aplicación práctica, pero una vez profundizas te das cuenta de que está en la raíz de muchos de los debates que existen (o deberían existir) en nuestra sociedad.
También es obvio que me fascina la tecnología.
Cuando unimos filosofía y tecnología tenemos un área del pensamiento MUY interesante. Sin embargo, pocos parecen ser los debates (a parte del catastrofismo y la prensa amarilla) serios que abordan cuestiones filosóficas para preparar las tecnologías del mañana.
En Manhattan, NY (EEUU), hay una empresa (Metronaps) que ofrece un servicio de siestas a los estresados ejecutivos. Podréis pensar que es una chorrada, pero os puedo garantizar que no lo es. No es sólo por lo obvio (stress, no hay tiempo para ir a casa, en la oficina no nos dejan, etc), sino porque hay varios estudios que demuestran (uno lo leí en la revista Time del 26 de febrero) que la productividad aumenta (y el riesgo de afecciones cardiovasculares disminuye) con una pequeña siesta al menos 3 o 4 veces por semana.
Sé que la posibilidad de que haya un responsable de sala VIP de aeropuerto entre la gente que lee este blog es escasa, pero también lo es el estar sentado al lado de un miembro de la Federación Internacional de Polo, y estar de acuerdo en algo tan absurdo, abstracto y superficial como los servicios que estas salas ofrecen.
[También sé que a la mayoría de los que leen mis post les importa un comino todo esto.
Leo en la portada del Blue Print que Tesco llega a un acuerdo con el Instituto de Cambio Climático de la Universidad de Oxford para establecer el Instituto de Consumo Sostenible (invirtiendo 5 millones de libras esterlinas) y analizar el coste en emisiones de CO2 de cada uno de los productos que se venden en sus supermercados, y poner esa info en las etiquetas de los productos.
PERO no sólo eso, sino que, predicando con el ejemplo, primero analizarán sus propios procesos y niveles de contaminación.
La ley, el Imperio de La Ley, está para cumplirse. Esto es el contrato social, si las normas se rompen, se rompen para todos.
Por un lado tenemos varios ejemplos recientes de casos en los que la justicia se aplica por profundas e impopulares que sean sus consecuencias, como en el caso de la liga de fútbol italiana, o el caso del carnaval ruidoso.
Por otro lado tenemos muchos, muchos casos en los que por impopular, no se aplica una medida que legalmente tiene mucho sentido.
Hablaba antes de ayer mismo del espíritu colaborativo de la web 2.0 y los vídeos musicales. Ahora le toca a la publicidad. Hay ya montones de ejemplos. De casualidad he encontrado éste, pero hay muchos más.
Iba a incluir este post “aprovechan”, pero lo más importante no es que le saquen partido o no, o más o menos. Lo importante es que lo entienden, lo “pillan”. Qué pena que otros no.
Estoy realmente cansado de oir a los que yo llamo “plañideras”: aquellos del mundo de la cultura antigí¼a (la que necesitaba de discográficas, promoción radiofónica encubierta, suciedades de gestión, etc para sobrevivir). Y les llamo “plañideras” porque sólo hacen que quejarse, “llorar”, siempre con la misma cansina cantinela: “los pobres artistas noveles no podrán triunfar porque la industria está en crisis y nadie va a invertir en ellos, porque internet ha acabado con el negocio”.