El gesto es nimio en sí, pero su significado tiene un alcance, como metáfora, muy profundo.
El otro día me apunté a una nueva piscina pública. Conocía las normas (ducha, zapatillas, gorro, etc). Pero, como siempre, reflexioné sobre ellas, y siendo que desde hace tiempo llevo una cabeza completamente afeitada, le consulté a la socorrista si esto me eximía del preceptivo gorro de baño. Me dijo que suponía que sí, así que me puse a nadar “a pelo”.
La interacción con los objetos alcanzó, a principios del siglo pasado, una nueva dimensión: la electricidad, la mecánica, y una fascinación por los “nuevos inventos” nos lanzaron a la era de la “tecnología” en una carrera que a veces hasta un tecnófilo se pregunta si es sana.
Así que no es nada nueva la extraña sensación que causa la interacción con los objetos (como por ejemplo un ordenador, o un ascensor).
Creo que ya he hablado con anterioridad del libro “The Paradox of Choice: Why More Is Less”, del profesor de psicología Barry Schwartz (a veces llego a pensar que porque algo está en mi cabeza, instantáneamente llega a mi blog).
No le faltan oponentes y críticas, pero hay una cosa cierta: hay que estar preparado para afrontar “demasiadas opciones”.
Conozco a alguien en cuya vida se abre una oportunidad que podría parecer maravillosa para prácticamente cualquiera: con recursos suficientes, dedicarse a lo que quiera, viviendo donde quiera.
Está demostrado que nos afectaba. Menos mal que terminó.
Literalmente.
El equipo del Dr. J. Man Hobson, psiquiatra e investigador de la Universidad de Harvard, ha descubierto que los sueños de fase REM siempre están activos, solo que los suprimimos en la fase de vigilia.
Asumen que la función fundamental del sueño es “mantener el cerebro en forma”, ejercitándolo más allá de las restricciones de la consciencia/vigilia.
Ya en la edición de octubre de “Nature Reviews Neuroscience”, la Dra. Ursula Voss (de la J.
Tal y como explica Daniel Greene en el suplemento de fin de semana del Financial Times, 3 minutos antes de que vaya a tener un ataque epiléptico, su boa constrictor (que suele llevar alrededor de su cuello) le da un apretoncito que le avisa. Ya se sabía que las serpientes predicen los terremotos. Ahora vemos que también los ataques epilépticos. ¿No es hora de que hagamos más caso a los animales?
Olivia Judson dice en “Friends can be good – and bad – for your health” (IHT, 12/11/09) que la obesidad, la felicidad, y el fumar son contagiosos, según un estudio a largo plazo de redes sociales.