Lo reconozco, escribo como el culo. Me pierde la inmediatez, el no editar ni mis palabras ni mis pensamientos. Y las pocas veces que releo lo que he escrito me arrepiento de esa urgencia impulsiva. Expresiones soeces, construcciones atropelladas, conceptos desestructurados…
Sé que esto es un blog, y no es mi profesión. Pero me gustaría escribir como Hendrick Hertzberg [aquí su blog]. Ahora estoy leyendo Politics, una recopilación de artículos del editor ejecutivo de The New Yorker que fue escritor de discursos del presidente Carter.
Siempre me ha gustado comunicarme. Escribir no se me da mal, por lo menos se me da mejor que pintar o esculpir. Pero hay que reconocer que el caracter casi-unívoco, casi-objetivo, y generalmente-vulgarizador de las palabras limitan su capacidad de comunicación en circunstancias especiales. En esos casos me suele venir a la mente una imagen visual, gráfica, evocativa, sutil… y mi incapacidad para plasmarla plásticamente me solivianta.
Entonces, a veces, la casualidad hace que te topes con una de esas imágenes que alguien ha captado o plasmado, sintiendo lo mismo, o queriendo comunicar otra cosa.
Mi gran amigo Claudio Zirotti me pidió que definiera “la feminidad” para una de sus colecciones de arte (Al Femminile). Me encantó el reto. Pero no me dí cuenta de lo difícil que me resultaría, sin recurrir a fuentes externas tipo Annalinde Nightwind como contraposición a BettyFriedan. O a tópicos como Freud.
Eso fue hace dos años.
Y no ha sido por falta de tiempo, ni de ganas. Sino porque por primera vez no he sabido ni expresar lo poco que sé sobre el tema.
– Talk to me like a friend
– But I don‘t have friends
– Then…
Por la autopista he esquivado un radar móvil, pero cuando, todo satisfecho he mirado al cielo como gesto reflejo de libertad, me he encontrado a un helicóptero de tráfico justo enfrente de mí. En la radio mensajes electorales, muy pocos partidos u opciones. En la televisión sólo se habla de “el debate”. Sólo 2 candidatos. Llego al médico, me pide mi tarjeta SIP. La bánda magnética no funciona, con lo que tiene que introducir a mano los dígitos.
El atelier de Giancarlo Fitti es uno de esos lugares que te hace sentir especial. El hecho de que sea un artista que huye de la masificación y de la popularidad hace que mucha gente no lo conozca, aunque esté en pleno Manhattan (tiene otro en Paris). De hecho, a muchos de sus clientes (entre los que se encuentran desde famosos de Hollywood hasta marchantes londinenses) les place enormemente que no se emplee su nombre como referencia, o que no haya siempre una legión de paparazzi apostados en su puerta.
A psychological trap. We all, at some point, to some extent, fall into it.
In one hand we have the expectations others have of us. Wether real or imagined. Your son, your dad, your coworker, your lover, your friend… They push us, inspire us, but ultimately can crush us. The more responsible you are, the bigger the weight (real or perceived, which is just about the same for that matter) of those expectations.