La décima catástrofe antropogénica por conflicto armado en la historia de la humanidad por número de víctimas mortales, y la primera del siglo XXI, es una de la que mucha gente no ha oído ni hablar, pese a que cuenta ya con muchos más muertos (millones más) que Iran-Iraq, la guerra de Vietnam, o las Cruzadas. Si no sabes de qué hablo, no te sientas ignorante, pregúntate por qué. Y cuando te des cuenta de que esa catástrofe sigue en marcha, vuelve a preguntarte por qué.

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No se puede pedir que un político sepa de economía. Para eso contratan a economistas. O los nombran en sus gabinetes “Ministro de esto” o “Subdirector general de aquello”. Pero supongo que por ello mismo, no los escuchan. Porque los economistas sí se dan cuenta ¿no? ¿De qué? Pues de que la obsesión con fabricar, con la producción industrial, es tan antigua y demagoga que da pena. No hacen falta sesudos análisis para darse cuenta de que subsidiar y subvencionar sectores “tradicionales” por sus empleos o producción económica es un suicidio económico.

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Las generalizaciones son peligrosas, la ignorancia más, y los datos puede que no digan toda la verdad, pero aquí van unos datos interesantes publicados por The Economist. Musulmanes a favor de apedrear a los adúlteros, y quiénes piensan que son el mayor riesgo para Pakistán: Crecimiento de PIB y gasto porcentual en defensa y educación: A veces, la filosofía de un pueblo, un país, una región, una cultura, es una cosa, los hechos otra.

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Aquellos que siempre hemos pensado que el capitalismo y el “libre mercado” (sic) son una perversión y distan mucho de ser ese “aparente consenso” de “el mejor sistema posible” (o como los conformistas dicen “la menos mala de las opciones”) siempre nos hemos sentidos bichos raros al ser minoría, y además nos hemos sentido un poco deshonestos al no gustarnos un sistema pero seguir viviendo en él (lo de las alternativas viables y tangibles es “realmente” otro debate).

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Hace años que en alguna conferencia hablaba de cómo grandes fabricantes norteamericanos de tecnología (Microsoft, Xerox, HP, etc) introducían elementos en sus programas y equipos electrónicos que permitían, sin que lo supiera el usuario/propietario, que el gobierno americano accediese o recibiese determinada información (desde micropuntos delatadores en impresiones láser, hasta modificaciones al escanear ciertos patrones, pasando por envíos de información involuntarios, etc). De todo esto había información más que de sobra en la red.

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Foto de autor

Jorge Cortell

Viviendo

Senior Advisor en los laboratorios de innovación de Harvard University - Advisor en NLC

Cambridge, MA (EE. UU.)