Hace años que en alguna conferencia hablaba de cómo grandes fabricantes norteamericanos de tecnología (Microsoft, Xerox, HP, etc) introducían elementos en sus programas y equipos electrónicos que permitían, sin que lo supiera el usuario/propietario, que el gobierno americano accediese o recibiese determinada información (desde micropuntos delatadores en impresiones láser, hasta modificaciones al escanear ciertos patrones, pasando por envíos de información involuntarios, etc).
De todo esto había información más que de sobra en la red.
… ¡¡NIÑOS!!
Pues si les contáis vuestras penas y pedís ayuda, crearéis codependientes.
Si no compartís con ellos lo que ocurre, generaréis una sensación de exclusión e incapacidad que se traducirá en miedo y aislamiento.
Si los erotizáis (como la nueva versión de Caperucita Roja, o los anuncios de Benetton), produciréis trastornos de la personalidad y problemas con la identidad, el vínculo y el apego.
Si los alimentáis en exceso o desequilibradamente, adelantaréis su pubertad y madurez sexual (¡hasta en una década!
Impresionable que es uno (aunque siempre quise creer que simplemente tenía gran capacidad para aprender y asimilar), al pasar buena parte del periodo formativo crítico, tanto a nivel intelectual como emocional, en los EEUU, era inevitable que me contagiase de su modo de ver la vida.
Por eso fui siempre tan crítico con ellos: para equilibrar una tendencia que naturalmente entendía se podía haber inscrito en mi.
De lo que no me daba cuenta es que no se trata de una visión de la política, economía, relaciones internacionales, consumo, psicología, o nada por el estilo.
Siempre he defendido la obra derivada como una de las formas más potentes de creación de nuevas obras culturales (y eso por ello, entre otras muchas razones, que el copyright nos es más que un estorbo para la creación). Pero de la Cultura (mayúscula) a la Basura (idem) reciclada hay un paso, y el caer en fórmulas del tipo “firmo un acuerdo de licencia, pongo la cara de un par de actores de moda, saco un iPhone por aquí y un Prius por allá, y ya puedo hacer una nueva versión de El Séptimo Sello” es demasiado catastrófico, tentador y ocurre con demasiada frecuencia:
Es muy curioso: EEUU (con el beneplácito de ONU, OTAN y UE) prohíbe la venta de determinadas tecnologías, como el cifrado fuerte (útil para defender la privacidad de los ciudadanos), láseres (con muchísimas utilidades), o centrales nucleares (para producir energía, aunque esté personalmente en contra), etc, con la excusa de que se podrían usar para fine bélicos.
¿Por qué, entonces, sí permite la venta de tecnologías que sólo sirven para censurar?
Para probar un script generador de nubes, se me ha ocurrido comparar (de nuevo el 27 de marzo de 2011, modificando el script gracias a las sugerencias de aaaaa) las páginas iniciales de 5 medios extranjeros. El resultado es muy revelador:
Y más (que cada cual saque su conclusión) si lo comparamos con medios nacionales:
En una tristemente divertida frase, Rana Sobhany, una DJ que emplea un iPad describe “la cadena de odio de la innovación”:
The vinyl guys hated the CD DJs, then the CD DJs hated the laptop DJs, and then I came along with the iPad, and all previous hate is channeled toward me.
Y luego la explica:
What I’m finding through anecdotal evidence, is that every time there is a paradigm shift as it relates to the performance of music, there is a compound level of disgust from other DJs.