Leo en Wired (mayo 2007) un artí­culo que me deja absolutamente deprimido: “May the Best Theory Survive” (pág. 60-61, pero curiosamente no online).

Habla de la lucha entre las teorí­as de “Diseño Inteligente” y “Darwinismo” en las aulas de EEUU (y del resto del mundo). Muestra espeluznantes datos (como que en más de una docena de estados de EEUU no se enseña la teorí­a de la evolución en las clases de ciencia de los institutos públicos, o como que en Turquí­ sólo el 27% de la población está de acuerdo con la teorí­a de la evolución, siendo un 40% en EEUU, un 72% en España, o un 85% en Islandia… lo cual me parece poquí­simo hasta en el mejor de los casos).

En EEUU se da uno de los casos más estupefacientes: el paí­s (todaví­a) con la economí­a más potente, por lo tanto con los mayores recursos dedicables (no dedicados) a educación, y con una historia y tradición de librepensamiento, es uno de los paí­ses con un í­ndice de aceptación de las teorí­as cientí­ficas más básicas (como la Evolución, desplazamiento de las placas tectónicas, etc) más bajos del mundo.

No es de extrañar, por lo tanto, casos como el de Julie MacDonald (ex-alto cargo de Medioambiente designada directamente por George W. Bush, de un partido contaminado impunemente con el estigma del fraude electoral) quien decidió quitar especies amenazadas de la lista de peligro de extinción para salvaguardar sus intereses económicos en una granja. La ignorancia rampa en el paí­s, en su gobierno, y por lo tanto permea (medios de comunicación, colegios…). Es un virus. Hay que acabar con el fundamentalismo religioso. No por los atentados suicidas (que son deplorables y dañinos) sino por algo peor: la perpetuación de la ignorancia.