Enseñando a "consumir" "productos culturales"
Mucho énfasis ponen editoriales, discográficas, productoras de cine, ministerios, y sobretodo suciedades de gestión en la comercialización de los “productos culturales”. Pero -¿alguien se preocupa de que se “consuman” de modo correcto?
Tanto en alimentación como en farmacopea, el estado regula muy claramente el consumo de determinados productos. Es obvio que al “consumirlos” y al afectar directamente a nuestra salud, así debe ser.
Los “productos culturales” también los “consumimos”. También afectan a nuestra salud y estado de ánimo (algunos nos hacen vomitar, otros son capaces de ayudarnos a superar tremendas enfermedades o estados de ánimo adversos). Y sin embargo, las únicas directrices de “consumo” son aquellas referentes a su comercialización. Como si lo único importante de un medicamento es que fuese adquirido en una farmacia, y hubiese una campaña contra los remedios naturales y los genéricos.
No estableceré aquí las “nuevas normas para el consumo de productos culturales”, lo cual no sólo se me antoja una empresa titánica, sino arrogante la mera insinuación de que esté capacitado para emprenderla. Sin embargo, una anécdota de este fin de semana me hace sentirme orgulloso de que, en lo que me corresponde, estoy haciendo lo correcto:
Mi hijo estaba disfrutando de una carrera contra mí (digámoslo claramente: me estaba haciendo trizas) en el clásico Need For Speed Underground 2 y, como aun está aprendiendo a leer (sí, soy de los que piensa que un buen videojuego, por un tiempo controlado, y tutelado, es tan bueno para el desarrollo intelectual de un niño como una buena película) me preguntó:
– Papá, -¿de quién es esta música?
Hipersensibilizado que está uno con el asunto de “propiedad” intelectual, le contesto
– Nuestra, hemos comprado el videojuego, y aunque en el acuerdo de licencia pone que sólo podemos “disfrutarla”, considero que esta canción es nuestra
– No papá -me contesta el pobre mientras probablemente se estaba arrepintiendo una vez más por dentro de haber ido a nacer en el seno de una familia tan retorcida- me refiero a quién ha hecho esta “Riders On The Storm”
– -¡Ah! – exclamo muy sorprendido, pues el renacuajo no sabe leer, pero pronuncia el inglés de una forma alucinante… y sobretodo me sorprende y agrada que se cuestione y aprecie un aspecto tan vital para la creación como lo es la autoría– pues la versión original es de The Doors, pero la de este videojuego es de Snoop Dog featuring The Doors
– Me gustan The Doors -dice todo convencido- y Snoop Dog también.
Y entonces sé que lo estoy haciendo bien. Muy bien.