En particular mi hijo. Sí, otros les enseñan a su edad el “a-b-c…”, pero como eso lo aprenderá quiera o no en el cole, yo le hablo de la diferencia entre fusión y fisión, la evolución, o en este caso las leyes de la robótica. No es un aburrimiento para él, lo hago facilito y le encanta. Y a mí me guta más todavía, porque en su ingenuidad y falta de prejuicios se puede encontrar verdadera inspiración creativa. Ejemplo: revisando las leyes de la robótica de Asimov, a mi hijo se le ha ocurrido que habría que enmendarlas añadiendo la imposibilidad de que un robot se haga pasar por humano.

No es tan simple la puntualización: carentes de ética y moral, y siguiendo comportamientos prefijados a una serie de algoritmos (digamos por ejemplo que son robots utilitaristas), los robots podrían decidir que es más práctico (o seguro, o lo que sea) saltarse las normas, cosa que no pueden… a no ser que no sean robots. Y nadie les ha, en principio, programado un determinismo identificativo. Así que se podría razonar que son una forma evolucionada de humano, y por lo tanto no tienen por qué acatar las leyes robóticas.

Sí, se me cae la baba, y quizá eso (y mi afición por Blade Runner) nuble mi razonamiento, pero ¿no es un punto de vista a considerar?