Apuntes desde Mumbai I
[Nota.- en cuanto regrese añadiré a este post fotos, pues me he traído mi nueva DSLR , pero me he dejado el cable USB]
Desde la misma llegada, sabes que estás en la India: multitud, esa es la palabra.
En inmigración docenas de agentes tramitan a entrada de miles de viajeros a una velocidad de vértigo y con la mayor amabilidad.
Recogiendo las maletas, hasta los mosquitos van en grupos.
De camino al hotel, camino que está plagado de curiosas pero inútiles “decoraciones” como semáforos en rojo o pasos de peatones, la cantidad de gente que duerme en las calles (en las mismas aceras) es absolutamente impresionante. Y las chabolas… hay tantas que parecen la base de la ciudad.
Hasta en los vídeos musicales parece que no sepan hacer las cosas si no aparecen decenas de personas con una coreografía mezcla de Thriller de Michael Jackson y Britney Spears, pero sin creérsela del todo, y con gestos y guión absolutamente desternillantes.
Una de las primeras cosas que llaman la atención en muchos países es el tráfico. Pero en la India lo verdaderamente sorprendente son los peatones. Aquí va un ejemplo (vídeo) de cómo cruzar una calle.
Por la mañana, tras un copioso desayuno (aunque poco habitual para un hotel de cadena internacional), nuestro chófer nos ha recogido para pasar un día por la ciudad. Con él hemos hablado y aprendido sobre cosas como el origen del nombre de la ciudad (y otros términos como INRI), la vida diaria de Mumbai, u otros turistas.
La Sinfonía en C Mayor de los claxons te acompaña todo el camino. Que se hayan impuesto multas a más de 36.000 conductores por tocar el claxon de modo innecesario no parece tener un efecto en ellos.
La primera parada ha sido un shock cultural. Está claro que existen injusticias y desigualdades en el mundo. Está claro que la riqueza está mal repartida. En la puerta del hotel de lujo hay chabolas.
Se ve a los niños pedir por la calle. Todo lo que tú quieras. Pero cuando ves con tus propios ojos Dharavi (barrio de chabolas con más de un millón de habitantes, perfectamente retratado en la muy recomendable Slumdog Millionaire) o el Mahalaxmi Dhobi Ghat (lavandería a mano y cielo abierto donde miles de personas trabajan lavando ropa de empresas, hoteles y hospitales), el mundo se cae a tus pies, se rompe a pedazos, y te das cuenta de muchas muchas cosas que creías que sabías. La primera es que HAY que hacer algo (en ello estoy). Pero la segunda es que ni puedes ni debes obsesionarte con ello. La vida sigue. Y ellos son el mejor ejemplo de supervivencia y superación. Así que…
Tras las inevitables visitas a monumentos varios en Calaba (La Puerta de India, el Chhatrapati Shivaji Maharaj Vastu Sangrahalaya, los edificios góticos del Imperio Británico, etc), y paseo por la zona de playas del Marine Drive Chowpatty (vimos donde se estaba preparando la rueda de prensa del lanzamiento del Tata Nano, en el Parsi Gymkhana), hemos comido en Samrat Churchgate, un buen restaurante vegetariano.
Por último los bazares. Hemos descartado el Chor Bazaar, porque aunque he estado en bazares de medio mundo, y me gusta mezclarme con todo tipo de gente y no me preocupa el caos, no me ha gustado el aspecto y sobretodo la actitud de los que allí estaban. Así que hemos proseguido hacia Colaba Causeway, donde no hemos estado mucho tiempo. Terminando en Linking Road, donde me he partido de risa (con todo el respeto que me merecen los vendedores ambulantes que aprenden el idioma que sea con tal de ganarse el pan) al oir a un vendedor anunciar a voz en grito “A jander, a jander!!”. Me ha costado un rato comprender que era “One Hundred” (Rupias). Allí he dejado un buen montón de rupias (después de perder media hora buscando una casa de cambio, pues a diferencia de otros bazares en el mundo, ni aceptan dólares ni euros).
El día ha acabado con un baño muy curioso: por un lado sales de baño, mi chica, música de fondo, luz de ambiente… y los dos mirando por la ventana desde el piso 14 la hilera de chabolas y gente durmiendo en la calle justo en la acera de enfrente.
Lo dicho: estamos enfermos, y esto no puede seguir así.
Además de leer más Proudhon, Guillaume, Spooner, Tucker, Malatesta, o Bakunin (ya tengo un libro de Kropotkin en la mesita de noche), Godwin, Molinari, incluso Thoreau, Warren, Rothbard, o Friedman, tengo que terminar el Manifiesto de la Sociedad Post-Repre y empezar a dar forma a la Fundación Para el Fin del Estado y el Reparto Justo de la Riqueza (o algo así).
Mientras tanto, mañana a trabajar. No es contradicción ni hipocresía. Es comprender las cosas con perspetiva y amplitud, manteniendo la sanidad. Puro Ayurveda, por lo menos para un dosha pitta-kapha como yo. Pero está claro que esto no quedará así.