Apuntes desde Nueva Delhi II
Por fin he montado en un ricksaw. Nada del otro mundo, no me ha cambiado la vida que se diga. Además, no está hecho para gente alta como yo. Y como es abierto por todos los lados, los mendigos te cogen el brazo y te atosigan mucho más que en un taxi con sus ventanillas. Aunque también pasan cosas raras en los taxis. Esta mañana, al ir a mi primera reunión, el taxista me ha pedido que me ponga el cinturón. Hombre, por fin un taxi con cinturón de seguridad (aunque mugriento a más no poder), y un taxista que se preocupa. Lo curioso es que cuando lo he ido a abrochar, no había dónde. He mirado al taxista y me ha dicho en inglés: “así está bien, por encima, como yo”. Alucinante.
Otra cosa curiosa que se ve por la India: gente mayor con el pelo (incluída la barba) naranja. Esto, me explican, es porque como la henna (tinta con la que se decoran el cuerpo, especie de “tatuaje temporal”) es mucho más barata que el tinte de pelo, se lo aplican. Y pese a que la henna es de color marrón oscuro (casi negro) cuando se aplica al pelo blanco da un tono naranja fuerte. ¡Y yo que creía que eran muy modernos, como Alaska!
La mañana ha empezado bien, con una reunión de negocios interesante en un hospital muy moderno. Luego he ido con mi chica a la National Gallery of Modern Art, la cual me ha sorprendido por dos cosas: el nivel del arte expuesto (muy muy interesante) y la poca orientación al visitante que tienen. La entrada no está señalizada, están de obras y no habilitan un pasillo alternativo, la tienda no tiene más que postales rotas y jarras horrorosas…
Luego hemos cogido un ricksaw para ir al mercado Janpath (Tibetano), aunque hemos dudado, pues el conductor no nos inspiraba confianza. En efecto, a mitad de camino ha parado y nos ha propuesto llevarnos a una tienda que él conoce. Me he negado, y ha insistido. Así como 6 veces. Al final le he dicho muy serio que fuese donde yo le he pedido sin más dilación. Me ha hecho caso. Pero al llegar, el taxímetro “se ha roto”, y me ha pedido 150 rupias. Yo le he dicho que ni loco, que llevo días cogiendo taxis y ricksaws y sé las tarifas, y que no le pagaba más de 40. Al final, a regañadientes, ha tenido que aceptar. Menuda cara.
Antes de pasear por el mercado se nos ha ocurrido comer en un sitio típico. Craso error. En este país TODO pica. Incluso lo que te dicen que no.
Luego, tras volver a comprar ropa en Fabindia, como se estaba haciendo tarde, hemos ido directos al bazaar Paharganj (el principal) caminando, pasando por al lado de la estación de tren (cuyos muros se usan de urinario público con el consiguiente aroma, potenciando los ya de por sí desagradables olores característicos de este país). Una locura. He estado en muchos bazaares por el mundo, pero este es particularmente abigarrado y presionante. No obstante hemos comprado alguna cosa, y luego otro ricksaw (esta vez un hombre muy honesto que nos ha pedido que le paguemos lo que considerásemos) hacia Connaught Place, al restaurante Zen. Chino de buen precio-calidad, aunque el detalle curioso es que hemos pedido un té de jazmín (que han servido en una jarra tan grande que cabía dentro el genio de la lámpara), y como se toma sin azúcar, hemos tenido que pedir una cucharilla para remover el azúcar… y nos han traído una sola aunque éramos dos.
Y de vuelta al hotel, para ver como la decoración del lobby, que cambian cada noche, se había transformado en fuentes de rosas rojas (por supuesto he pedido una para mi chica, ya que como ya están muertas…).