NO vas a ser una estrella. Ni siquiera sabes lo que es, ni quieres serlo.
Las canciones te lo proponen (Actualización, gracias Ana, aquí le va perfecta la burla de Eminem en este vídeo), los anuncios hacen que lo desees. Los programas de TV te lo muestran como si pasase todos los días. Pero NO. No vas a ser una estrella. Ni de cine, ni en la pasarela, ni con la guitarra, ni sobre el césped.
Los niños crecen pensando que van a ser estrellas de la pantalla, de la cancha, o de la pasarela. Despertad. No va a ocurrir. No sólo porque la probabilidad es infinitesimal. Sino porque no lo queréis.
¿Cuántas veces veis en las películas que “el chico” pelea contra 20 “malos” a la vez y sale sin un rasguño? ¿o que le disparan desde todos los ángulos y ni le rozan, y él con una bala mata a tres? ¿Cuántas veces veis gente guapa pasear por una alfombra roja o dar una rueda de prensa? Las probabilidades son parecidas. Hay casi SIETE MIL MILLONES de personas en el mundo. ¿A cuántas admiras? ¿crees que serás una de ellas? ¿qué te hace pensarlo? ¿y por qué las admiras?
Empieza a vivir TU vida. Empieza a cuestionarte si lo que quieres es llevar ese reloj en tu muñeca, conducir ese coche, o tener esa casa. Lo que posees te posee. Si ya es difícil no ser un esclavo en este tipo de sociedad, no te autoimpongas más cadenas absurdas. ¿Cuánta de esa gente de la pantalla crees que es feliz? Yo he conocido a unos cuantos, y no recuerdo a ninguno que se sintiese completamente feliz (algunos ni con una raya en la nariz). La que no estaba preocupada por su celulitis (tras ser portada de Vogue), lo estaba por su voz (tras dar un concierto en un estadio de fútbol), o por su suegra (que no aprobaba el matrimonio de su hijo, noble, con una “simple cantante”). El que no estaba roído por los celos (con fans medio desnudas llamando a la puerta de su camerino), no dormía por los impuestos (claro, el camarote del yate se mueve mucho).
Y lo peor es cuando se apagan los focos. Esas “viejas glorias” que viven en el recuerdo. A quienes les amarga el que no les llamen para un nuevo papel. A quienes les preocupa que no les hagan más entrevistas. O que no les pidan más autógrafos.
Un poco de realismo, señores. Un poco de esencia. Dejen de mirar a las deslumbrantes luces, a la pantalla, a los objetos, a los demás, y mírense hacia dentro. Es feo, oscuro, complicado. Pero es lo que hay. Y puede llegar a ser maravilloso, y deslumbrante. Requiere trabajo. Pero ¿hay algo que no?